Muchas
personas se acordarán de aquel año 1978 cuando se votó la Constitución. Si
echamos un vistazo a los periódicos de aquella fecha, cosa que se puede hacer
por Internet a través de la hemeroteca de varios diarios, veremos que se decía
que la Carta Magna había sido respaldada por el 88,54 % del electorado. La
verdad fue otra, ya que, para empezar, la participación ciudadana fue de un
67,11 %. Esto quiere decir, obviamente, que un 32,89 % se abstuvo, es decir,
prácticamente una tercera parte.
Asimismo,
hubo un 11,56 % del electorado que no la aceptó. Este porcentaje estaba formado
por un 3,57 % de votos en blanco, y por un 7,89 % que manifestaron en la
papeleta que no querían dicha Constitución. En resumen: si sumamos el 32,89 %
de la abstención, más el 11,56 % de los que no la querían, tendremos un
significativo 44,45 % de votantes que no estaban a favor.
Por otra
parte, si nos atenemos a lo que se denominan “Cortes Constituyentes”, que no son otra cosa que el parlamento, o
cortes, cuyos miembros tienen como misión, cometido y capacidad para redactar o
modificar una constitución, nos encontramos con la curiosidad de que las Cortes
que se convocaron para aprobar la Constitución de dicho año 1978, no fueron
como Constituyentes, sino como Legislativas.
¿Qué se deduce
de esto? Pues sencillamente que aquel sujeto que llamaban monarca intervino
decididamente en este asunto. El mismísimo Felipe “Sonrisa de hiena” González
lo expresó en su día lamiendo el tabalario a dicho monarca, cuando dijo aquello
de que era un hecho increíble y único en la historia que un rey, que había
recibido de manera total y completa los poderes del Estado, se desprendiese de
dichos poderes por “el bien del pueblo”.
Desde luego, da la risa. Y decimos que da risa porque la “evolución política”
del atornillado patrón del Bribón (sanción de la ley del aborto), así como los
escándalos varios que todos sabemos sobre la “raleaza”, perseguía el vivir a
cuerpo de rey, nunca mejor dicho. (¿Se acuerdan cuando le dijo a Adolfo Suárez “a mi dejádmelo todo hecho”? Si se lo
dejan todo hecho, ¿entonces para qué lo queríamos?). Además, si se lo dabam
todo hecho, ¿para qué demonios convocaba sesiones del Consejo de
Ministros? ¿Sería para hablar de sus “atornillamientos”,
de sus cazas de elefantes y de otras cosas?
Y metidos en
el terreno político, no hay que olvidar que la “evolución” de este atornillado
sujeto le llevó a abandonar al pueblo saharaui para dejarlo en manos del
invasor Marruecos. También en su día
dejó en la estacada cuando le convino a Carlos Arias Navarro, a Adolfo Suárez
(a pesar de haberle concedido en su día el “ducado
de Suárez con grandeza de España”), y a José María Aznar.
En fin, no
nos cansaremos de repetirlo: hay que modificar la Constitución para echar a
toda esta “raleaza”.
Nota.-
Recomendamos leer nuestros comentarios
sobre los libros “Bastardos y Borbones” (
I ) y ( I I ), “El patrimonio de los
Borbones”, “Hasta nunca, Juan Carlos”
( I ) y ( I I ), “La gran desmemoria. Lo
que Suárez olvidó y el rey prefiere no recordar”, “La monarquía inútil” ( I ) y ( I I ), “Las enfermedades de los Borbones” y “Los pícaros Borbones”, insertados en este blog con fechas 23 y
26-9-2016, 29-9-2016, 2 y 8-10-2016, 9-11-2016, 14 y 15-9-2016, 23-10-2016 y
30-10-2016. Próximamente comentaremos otro libro sobre la “raleaza” intitulado “Juan Carlos I. El último Borbón. Mentiras
de la monarquía española”
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