Así se intitula una obra de
Pío Baroja, editada por Caro Raggio, Madrid, 2006, 351 páginas, obra que
tendrían que leer los de la recuperación de la “memoria histórica” y “democrática”,
amén de los “historiteros” del régimen.
En la página 139 se puede
leer que tanto unos como otros eran poco menos que indeseables, pero que los
revolucionarios “iguales que los
reaccionarios, pero más brutos”.
Baroja, como no estaba de acuerdo
ni con unos ni con otros, pues era un liberal muy independiente, se marchó a
Francia en 1.936, huyendo de los carlistas que quería fusilarle. Sobre este
hecho, hay que decir que el periódico socialista “Claridad”, se lamentó de que
los carlistas no hubiesen conseguido su objetivo.
Regresó a España, ya que
prefería la dictadura de Franco a la dictadura comunista.
Nos dejó frases contundentes
y precisas. Así, decía que “en general,
el escritor original siempre tiende al liberalismo; cuando no tiene personalidad
es cuando adula a la masa, o al que manda”.
Se critica la patraña famosa
de que los curas y señoras de sacristía distribuían caramelos envenenados para
dárselos a los niños. Por semejante mentira fueron vilmente asesinados curas,
frailes y monjas, a la vez que se quemaban iglesias. Todo esto provenía de la propaganda
marxista que, como siempre, pretendía modernizar España y el mundo entero para
conseguir el “porvenir radiante de la
humanidad”, y conseguir también el “reinado
del hombre sobre la tierra”
Baroja arremete contra unos y
contra otros. Dice: “Antes había más
homogeneidad en los sistemas políticos. Ahora ya no la hay. Los fascistas
tienen ideas comunes con los comunistas, los socialistas se hacen
autoritarios”. Continúa: “Fascistas
que se muestran soberbios y comunistas y socialistas disfrazados de gubernamentales
para poder dar con mayor libertad y más impunidad una puñalada al Poder”.
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