sábado, 11 de marzo de 2023

La verdadera Historia, no la “memocrática” ( I I I )


La influencia soviética durante la II Republica Española, por mucho que traten de negarlo los “historieteros” de ahora, fue innegable. Tanto las fotos, como los discursos, programas, pasquines, carteles, etc,  así lo demuestran.

Tal influencia se intensificó a partir de 1.934 sobre todo en la prensa. En el año 1.935 se celebró el VII Congreso de la Kommintern, la Internacional Comunista y, como no podía ser de otra manera, allí había gente representando a los comunistas españoles. Entre estos representantes destacaban García y Ventura.

 El primero informó, en ese mismo año, que el PCE disponía de casi 60 órganos de prensa, sin contar con los que publicaba la Liga de los sin Dios, añadió.

 El segundo, Ventura, después de oir lo que se decía en dicho congreso de la Kommintern, manifestaba:

 “Implantaremos un régimen de terror implacable y exterminaremos la burguesía”.

 En las páginas 499 y 500 del libro “Tres años de lucha”, Colección Ebro, 1970, 631 páginas incluido “Índice”, escrito por el que fuera secretario del PCE José Díaz, libro del que echamos mano muchas veces, se puede leer lo siguiente:

 “Los principales enemigos del pueblo en la retaguardia son los trotskistas; son los enemigos más encarnizados de nuestra causa, los agentes directos de Franco en nuestras filas”.

 A continuación, arremete contra el P.O.U.M. diciendo: “los servicios de espionaje y de provocación que el P.O.U.M. presta al fascismo se han demostrado ya suficientemente”. Más abajo continúa:

 “Contra estos criminales no se puede tener piedad alguna. Hay que aplastarlos con el mismo rigor que se aplasta a los fascistas”.

 Este fanático sujeto, subordinado de “la casa”, es decir, de Moscú, no dice nada de que después de la represión feroz para afianzar el poder bolchevique, el KGB (NKVD, según la época) se dedicó, por orden de Stalin, a la caza, captura y extermino de trotsquistas. La saña con la que los comunistas los persiguieron fue implacable, aun sabiendo que eran un grupo minoritario que nunca representaron un peligro para la URSS. Pero el calificativo de trotsquista o el de hitlero-trotsquista, basado en la propaganda embustera marxista, servía para justificar el asesinato. En España se pudo ver con el proceso del POUM, exigido por Stalin, copia de los procesos de Moscú de 1936-38, con el asesinato de Andrés Nin. A tal efecto el guacamayo diario Pravda de Moscú escribía: «En Cataluña la eliminación de los trotsquistas y anarcosindicalistas ha comenzado; se proseguirá con la misma energía que en la URSS.»

Hace 83 años, el 20 de agosto de 1940, era asesinado en Méjico León Trotsqui a manos del catalán Ramón Mercader, a instancias del «padre del proletariado mundial», José Stalin. Éste ordenó al verdugo del régimen soviético, Laurencio Beria, que buscara a los espías más inteligentes de la Policía secreta bolchevique (entonces NKVD) para la misión. Beria le dijo que los mejores eran los «camaradas españoles», pues ya tenían experiencia en las misiones secretas de los comunistas soviéticos en la guerra civil española. «La sagrada misión» fue confiada a la agente catalana María de las Heras («camarada Patria»). Ésta se infiltró en el mundo de Trotsqui y le acompañó a Méjico, desde donde envió a Moscú información sobre sus movimientos e incluso mandó un plano de su casa. Ella sería la encargada del asesinato. Sin embargo, ocurrió un hecho no previsto: «Orlov», representante de la inteligencia soviética en España, desertó y se fue, ¡cómo no!, a EEUU. Se temió que el desertor revelara cosas sobre María, por loque fue llamada a Moscú y apartada de la misión. Beria nombró entonces jefe de la citada misión a Pavel Sudoplatov, sujeto este que se jactaba de sus crímenes (conviene leer su libro intitulado  Operaciones especiales), quien siguió decantándose por españoles. En las listas que confeccionó había dos ex ministros del Gobierno republicano, pero Beria le dijo que había que utilizar a gente poco conocida. Los elegidos pertenecían al grupo «Madre», formado por Caridad Mercader y su hijo Ramón. La madre era de confianza, ya que era amante de un oficial de la NKVD, L. Eitingon.

Como puede verse, la influencia soviética en la república era pública y notoria, pero también negada y omitida.

A ver si esto figura en la "Memoria democrática" de su "Sanchidad"

 Continuará.



 


 

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