Hemos escrito varias veces que el sistema de partidos hace aguas por todas partes. Y en estos momentos lo estamos viendo palpablemente: los enfrentamientos internos y las pugnas entre los partidarios de unos y de otros, así lo demuestran. Estos enfrentamientos y pugnas pueden hasta tener cierto aire belicoso por aquello de las “exclusiones” que tanto sienten los “compañeros” de partido y que pueden llevar incluso hasta una enemistad política.
El modelo que tenemos para “escoger” nuestros representantes, tiene todos los componentes e ingredientes para el enfrentamiento. Porque, como ya hemos dicho varias veces, no somos electores, sino votantes. Lo peor del asunto, es que este modelo elimina o reduce la verdadera representatividad de los partidos políticos.
Esta representatividad está monopolizada por los profesionales de la política,
constituidos en una verdadera y real corporación oligárquica. De tal forma, que
cualquier persona que sienta las verdaderas ansias de servicio a la sociedad y
pretenda presentarse a unas elecciones, ya sean locales, autonómicas o
estatales, no tendrá nada que hacer si no pasó por “el aparato” del partido.
Esta corporación política oligárquica está formada, salvo honrosísimas excepciones,
por individuos, individuas e “individues” de lo más mediocre, rayando algunos y
algunas, “señoríos”, señorías y “señoríes”, en la más absoluta estulticia que,
sin embargo, ganan unos cuantos miles de euros mensuales y que no saben
distinguir las urnas a la hora de votar.
La verdad es que esto tiene una explicación y es la de que, una vez
confeccionadas las cúpulas de los partidos, a éstas sólo les interesa tener
gente que se la pueda pastorear fácilmente, y que sean obedientes fanática y
ciegamente para que no les puedan hacer sombra. Para esto se encargan los
laboratorios de las listas en las que se presentan con el nombre genérico de
“candidatos”, personas que sólo las conoce su madre a la hora de comer y que,
además, se sabe que no van crear ningún tipo de problemas a sus mentores. Y
para más INRI, si falla la candidatura, se les busca un puesto en donde se
trabaje poco, se figure mucho y se cobre más.
Y para
terminar a estos politicastros les importa un bledo, dos cominos y tres dídimos
que el IPC haya subido el pasado mes de febrero un 6%, y que los alimentos se
hayan disparado en un 16 %, la mayor subida desde 1994.
Pero es igual,
oiga, ya andamos subliminalmente en campaña electoral.
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