En su obra “Homenaje
a Cataluña”, (libro comentado en este blog con fechas 3, 6, 11, 17 y 22 de
setiembre de 2017), Orwell comentó sus experiencias en la guerra civil
española, entre las que destaca que fue herido en combate. Dicha obra fue
rechazada por los editores americanos e ingleses por ser una crítica del
comunismo.
A partir de este momento, Orwell se dedicó por entero a contar la desnuda y terrible verdad sobre la URSS, verdad que ningún escritor e historiador de la época se atrevieron a contar: más bien la ocultaban o la distorsionaban.
A pesar de que la URSS durante la II Guerra Mundial era aliada de las
democracias para derrotar a Hitler, no por esto cejó en su empeño. Todo lo
contrario: sus ataques se intensificaron, como lo demuestra su obra “Rebelión
en la granja”, (comentada en este blog con fecha 4 de noviembre de 2018), escrita
cuando la guerra estaba terminando en la que, mediante una extraordinaria
fábula, narraba cómo se desarrollaba la vida en la derrumbada Unión Soviética.
Como no podía ser de otra manera, de nuevo tuvo dificultades para publicarla.
Orwell era socialista. Veía en el comunismo un pervertidor del socialismo ya
que, en vez de luchar y crear el sueño socialista de igualdad y libertad, los
comunistas habían creado un sistema despótico, cruel y despiadado al estilo de
las peores tiranías al monopolizar el poder político, monopolizando también
todos y cada uno de los aspectos de la vida de las personas: la familia, la
religión, las artes y ¡cómo no!, la economía y la mente. Resumiendo: poder
total y absoluto.
Y ya como última advertencia del totalitarismo comunista, al final de su vida
(murió de tuberculosis en 1.950 a la edad de 46 años) escribió su obra más
famosa: “1 9 8 4”, editada en 1.949. Este libro lo tenemos
comentado en este blog con fecha 4 de febrero de 2019.
La aparición de este libro causó una verdadera y gran conmoción no sólo entre
el público, sino entre los intelectuales y críticos de la época. Así, uno de
ellos diría: “la más aterradora advertencia que haya publicado jamás un
hombre”.
Orwell creía en la libertad de expresión, cosa que no existía, ni existe, en
ningún país comunista. Decía que mientras se mantuviese la mencionada libertad
de expresión, la “nueva aristocracia”, no podría dictar lo que era
verdad y lo que era mentira, ya que con libertad las mentiras, omisiones,
distorsiones, embelecos, etc, se podían contrarrestar con pruebas, argumentos y
razonamientos. De aquí deducía que el peligro estaba en que se adueñase del
poder un grupo que, empleando la tecnología moderna, dictase la versión de los
hechos para adaptarlos “a la realidad”
¡Quién iba a decir que las predicciones de Orwell iban a ser cumplidas al
dedillo en la España del “zapaterato” y en la actual del “sanchismo”! Porque,
¿acaso no hay ahora la “nueva aristocracia” que, gracias a los
potentes “mass-media”, gracias a su influencia en universidades, colegios y
centros de enseñanza, nos dicta lo que es verdad y mentira, realidad o
fantasía?
Orwell, sin embargo, tuvo un fallo: nunca previó que todo esto que acabamos de
decir llegase a realizarse mientras las personas siguieran siendo libres
porque, como decimos, no previó que el “pueblo soberano” llegase al grado de
estulticia e incultura como la que impera hoy en España.
¡Quién le iba a decir a Orwell que cinco años más tarde de “1984”,
es decir, en 1.989, la Unión Soviética se iba a derrumbar como un edificio con
carcoma!
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