sábado, 24 de diciembre de 2016

Historia de la Literatura Española ( L X V I I )


Como decíamos en la anterior entrega, las próximas las dedicaremos a la Literatura Española de la Edad Moderna, para terminar con la de la Edad Contemporánea.
Como ya sabrán, al terminar el siglo XVII empieza en España una gran decadencia en casi todo el acontecer nacional, con la excepción de las bellas artes que al fin y a la postre se mantenía por el deseo de lujo de la “raleaza”. En este terreno brillaron, como ya sabrán también, los pintores Velázquez, Murillo, Goya, Zurbarán, etc, etc, apareciendo a finales de este siglo y comienzos del siguiente el “churriguerismo” o “barroquismo” o estilo “plateresco”.
La literatura en este período se caracteriza por la carencia de inventiva y por el mal gusto derivado del período anterior, siendo prácticamente todos los poetas imitadores del extravagante conceptista Quevedo, y del culteranismo de Góngora. Los que se acoplan a este tipo de literatura, siguen y copian los modos y formas de los literatos franceses, desapareciendo el espíritu nacional que brilló con gran fuerza durante el Siglo de Oro.

Entre los poetas de la escuela tradicional se podrían citar a Gabriel Álvarez de Toledo y a Gerardo Lobo. El primero fue el último representante de la épica burlesca, destacando su obra “Burromaquia”. El segundo es autor de “Historia de Medoro y Celima”, obra plagada de culteranismos.

En cuanto al teatro en los comienzos del siglo XVIII, es en donde más se ve la decadencia literaria, ya que lo único que aparece es presentar los temas ya desarrollados en su día por Calderón de la Barca y Lope de Vega, o imitar de forma servil y “lameculista” al teatro francés.

A medida que la “raleaza” de la casa de Borbón se afianza, por desgracia, en España, la influencia francesa en nuestro teatro fue enorme, destacando la imposición de la “perceptiva” de Nicolás Boileau. Este asunto lo veremos próximamente.

Como no podía ser de otra manera, en el terreno dramaturgo se forman dos bandos: uno de tendencia afrancesada, y otro que emprende el nefasto “trabajo” de arreglar las obras del teatro clásico. No mencionamos ningún nombre de estos dos bandos porque no merece la pena.

En la próxima entrega veremos algo sobre el padre Feijoo y el padre Sarmiento.

Continuará.


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