lunes, 19 de diciembre de 2016

“La gran estafa” ( y I I )


El título completo del libro es “La gran estafa: Negrín, Prieto y el  Patrimonio español”, autor Francisco Olaya Morales, Nossa y Jara Editores, 1996, 437 páginas.

Como decíamos en la anterior entrega, en esta última veremos el Decreto 1432/1995, de fecha 4 de agosto de este mismo año, insertado en el BOE del sábado 2 de setiembre de 1995, página 268, firmado, obviamente, por el patrón del Bribón y por  Juan Alberto Belloc, a la sazón ministro de Justicia del gobierno socialista de Felipe “Sonrisa de hiena” González, decreto por el que se indemniza a la familia de Juan Negrín.

Antes de transcribir el decreto, nos dice el autor en la página 10 que “es humanamente imposible poder cifrar con exactitud el fabuloso volumen de las riquezas sacadas de España por Negrín . . .”

Dicho esto, vayamos con el decreto:

“A propuesta del Ministro de Justicia e Interior, previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 4 de agosto de 1995, de conformidad con lo establecido en el artículo 39 de la Ley General Presupuestaria y de acuerdo con el Consejo de Estado
DISPONGO
Artículo único: Se aprueba la siguiente propuesta de la Secretaría General de Justicia del Ministerio de Justicia e Interior.
11.     El Estado y don Juan Negrín jr, con base en las recíprocas y mutuas concesiones que en esta propuesta se contienen, convienen en celebrar el presente Acuerdo transaccional, al objeto de resolver definitivamente las cuestiones suscitadas por el segundo al primero y evitar toda controversia o litigio judicial que llevaría implícitas evidentes y grandes dificultades.
22.     El Estado abonará a don Juna Negrín jr., como representante de la comunidad de herederos de don Juan Negrín Cabrera, integrada por don Juan Negrín jr., nacido Juan Heriberto Negrín Fidelman, don Rómulo Negrín Fidelman y don Manuel Heriberto Negrín Fidelman, la cantidad de 287.000.000 de pesetas, como compensación total por los daños y perjuicios que se hayan podido producir  como consecuencia de la incautación y administración judicial de los bienes integrantes de la herencia de don Juan Negrín Cabrera, durante el tiempo en que estuvieron en esta situación por aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas”.

El decreto continúa hasta  el apartado número 5.

Sobre este tema dice Olaya Morales en la página 12:

“Lo que el citado decreto no aclara es si los herederos de Negrín han entregado al mismo tiempo los archivos y los fabulosos bienes del patrimonio nacional que su padre sacó de España y de l los que debía dar cuenta ante los organismos representativos, cuando se hubiera  restablecido el régimen democrático en España”.

Sobre la catadura moral de Negrín, qué mejor que unas palabras de sus propios correligionarios. Así, “Araquistain, que fue uno de sus íntimos y el que le abrió las puertas del Partido Socialista , tiene escrito que fue el hombre de gobierno más funesto e irresponsable que España ha tenido desde hace siglos, y un socialista y jurista, imparcial y documentado, Luis Jiménez de Asúa, representante de España ante la Sociedad de Naciones (6) no es menos severo en sus juicios” (Página 9).

(6) “Carta de Luis Jiménez de Asúa a Julio Álvarez del Vayo, fechada en París el 16 de mayo de 1939”.

Es muy interesante el Capítulo III intitulado “Las finanzas de la República”, así como la conversación entre Luis Arasquistain, el socialista Trifón Gómez y el propio Juan Negrín, que figura en el Apéndice 2, páginas 285 a la 290. En dicha conversación se verá la catadura moral de Negrín y muchos aspectos de su cínica, mentirosa y pedante personalidad. También saldrá a relucir el oro enviado a Moscú.

Así termina Araquistain refiriéndose a Negrín:

“Su lucha desesperada por la posesión de nuestro oro no creo que obedezca tanto a una codicia vulgar,  para satisfacer su enorme e insaciable ansia de comodidades y placeres,  como a su ambición de poder real o ficticio, que en ese tesoro encuentra una fuente inagotable. Alguna vez me he preguntado: ¿qué hubiera hecho Negrín ante el dilema de ganar nuestra guerra y verse obligado a reintegrar a la República el oro remanente y con él el poder, o perder la guerra y conservar una apariencia de poder con el oro efectivo?, y no he sabido qué contestarme. A este hombre desorbitado le he querido como a un hermano o más bien como a un hijo,  y todavía le quiero a pesar de su carácter infinitamente mendaz y fraudulento, porque adivino que todos sus defectos son un reflejo de una naturaleza infantil y débil, que sólo puede afirmarse e imponerse mediante la mentira y engaño, y en el fondo de la severidad con que le juzgo hay un último sentimiento de piedad y exculpación, porque le creo un irresponsable; pero ya pienso también, después de esta entrevista, que su mal no tiene remedio, que es un hombre trágico para él y sobre todo para los demás y que hay que tratarle como a un enfermo. Desgraciadamente es un enfermo mental en cuyas manos el tesoro de España es como un arma de fuego en manos de un niño y con la cual todavía puede hacer muchísimo daño. El gran problema es cómo se le quita esa arma peligrosa, y quizá ha llegado el momento de que los otros depositarios del oro en Rusia o sus suplentes – son cuatro y me encuentro entre ellos -  o la Junta Española de Liberación o el futuro gobierno republicano planteen una reclamación al gobierno ruso y si este paso fracasa, como es de temer, se anuncie que se llevará el asunto a alguno de los organismos internacionales que se creen al final de esta guerra. Por la vía de persuasión, con Negrín, no conseguiremos nada  y mientras disponga del oro, él que es un gran corruptor, será el mayor obstáculo a la restauración y normalidad republicana en España”.

¡Y pensar que los herederos de este sujeto cobraron en su día una indemnización de 287 millones de pesetas!

Vean en la imagen a Negrín en su suntuosa residencia de Londres disfrutando de su exilio dorado. Allí seguía presidiendo un fantasmal gobierno republicano que nadie reconocía.








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