lunes, 19 de julio de 2021

“El tren de la muerte”


 Así se intitula el libro de Santiago Mata, editado por “La Esfera de los libros. S.L”., 2.011, 347 páginas, incluida Bibliografía. El libro está prologado por Stanley G. Payne. A ver si los de la “Memoria Democrática”, tan demócratas ellos y tan amantes de la libertad, comentan algo de este libro. Como suponemos que no lo harán, lo vamos a hacer nosotros.

El libro es estremecedor. Narra, con documentos inéditos y con declaraciones de Leocadio Moreno, único superviviente, que a la sazón tenía 19 años,  de cómo fue la primera masacre cometida por los rojos.

El día 12 de agosto de 1.936 fueron asesinados en Vallecas 200 personas que venía en un tren procedente de Jaén. Entre estas personas viajaban el obispo Manuel Basulto Jiménez y su hermana, a la vez que varios sacerdotes.

En la página 125, dentro del Capítulo II “Razones para matar”, se puede leer una carta del decano del cuerpo diplomático, Aurelio Núñez Morgado, embajador de Chile, que dice:

“Anteayer- continúa – ha llegado un tren de Jaén que traía prisioneros y rehenes y, al llegar a Madrid, sacaron a once de ellos y los asesinaron. El resto fue conducido a Alcalá de Henares.

Ayer – dice para terminar – venía otro tren que traía 225 rehenes de Jaén, que eran personas de la mayor representación de la ciudad y que venían destinados a la Cárcel Modelo de Madrid y custodiados por 25 guardias civiles al mando de un teniente. Este tren fue detenido en diversas estaciones del trayecto con el objeto de apoderarse los rehenes; pero por fin lograron llegar hasta el apeadero de Santa Catalina, en las goteras de la Capital. Allí ya no pudieron pasar. En vistas de las circunstancias, el teniente puso el hecho en conocimiento del Ministro de Gobernación, general Pozas, por medio del teléfono, a fin de que se le prestara ayuda y terminar su expedición. Ante la orden categórica de este general-ministro, el teniente pretendió proseguir la marcha; pero los milicianos no se lo permitieron. Ante un segundo llamado al Ministerio, manifestando que se pretendía dar muerte a los rehenes y a sus guardias si se pretendía continuar, el general Pozas optó, en vez de enviarle la ayuda solicitada y de que disponía, por lo más fácil: de los males, dijo, el menor: ¡entregue a los rehenes!

Y allí mismo, momentos más tarde, eran asesinados”.

Esto trajo como consecuencia que los diplomáticos consultasen con sus respectivos gobiernos para retirarse, ya que el régimen republicano con esta acción, y otras anteriores, había quedado completamente desprestigiado, desapareciendo el Estado de derecho de la zona rojo-republicana.

Nos cuenta Santiago Mata que “algunos presentan la matanza del tren de la muerte como un hecho fortuito, pero fue cuidadosamente preparada, tanto en Jaén como en Madrid. El anuncio del envío de los presos en trenes, hecho desde Jaén por diputados socialistas, llevó al asalto en Atocha del primero de los trenes y, tras el fracaso parcial de este asalto, a la preparación concienzuda de la segunda y más mortífera matanza”.

Esta segunda preparación, fue elaborada por fuerzas militares anarquistas, comunistas y socialistas y, según el autor, “la ejecución fue autorizada por los máximos representantes del Gobierno: el director general de Seguridad –cuyas declaraciones al respecto publica esta investigación–, el ministro de Gobernación y el mismo jefe de Gobierno, José Giral”.

Y terminamos con lo que se lee en la página 26, dentro del capítulo I “Matanza en la casilla doble”, donde se narra el ultraje de los cadáveres, una vez asesinados, comentado por Venancio Martínez González, transportista:

“Cuando el declarante llegó al pueblo pudo observar el paso de algunos de los camiones que conducían los cadáveres: vio a Juan Serrano, alias Juanón, y a Felipe Melgares, alias Chamorro, que iban con los cadáveres pisándoles la cabeza y levantándoles el brazo con la mano cerrada mientras exclamaban: ‘Éstos ya se han hecho comunistas’. Vio también a un individuo conocido por Pelijaro el Mayor que paseaba su camión lleno de muertos por las calles del pueblo. Tiene conocimiento el declarante que, una vez las víctimas en el Cementerio, la vecina de Vallecas Leonor Martínez, alias la Quiñones se dedicó a ultrajar el cadáver de la hermana del obispo, invitando a los milicianos a que la vieran hacerlo, manipulando soezmente en las partes más íntimas del cuerpo de la víctima”.

Este libro, y otros que hemos comentado en este blog y otros que comentaremos, no salen a la luz por razones obvias, ni son comentados por los “fasciculeros” de turno de ciertos periodiquitos que se autodefinen como independientes.  La “recuperación de la memoria histórica”, les tienen condicionados, oiga.

¡Ah!, ¿por qué el juez Baltasar Garzón no dice nada de esto? ¿Se acuerdan cuando este señor se dedicó a investigar las víctimas del franquismo? Señor Garzón: como juez, al que se le supone imparcialidad y ecuanimidad, aquí tiene otro asunto para investigar y condenar.



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