El título completo del libro es “El mundo visto a
los ochenta años. Impresiones de un arterioesclerótico”, autor Santiago
Ramón y Cajal, Editorial MAXTOR, 2008, 254 páginas incluido Índice. Esta
obra fue publicada cinco años después del fallecimiento del autor por
“Librería Beltrán”, Príncipe, 16, Madrid, 1939. El libro consta de
“Parte Primera”, “Parte Segunda”, “Parte Tercera” y “Parte Cuarta”,
estando divididas dichas Partes en X X I Capítulos.
Como ya saben, Ramón y Cajal (1852-1934) recibió el
Premio Internacional de Moscú en 1900, y en 1906 fue Premio Nobel de Medicina. Estuvo
de médico en Cuba, regresando con cierto desgaste físico por mor de un contagio
tropical.
Nos cuenta D. Santiago diferentes aspectos y problemas
de la vida nacional de aquellos tiempos, algunos de los cuales siguen todavía
sin resolverse.
Vamos a ver algo de lo que nos dice en el Capítulo X I
I, correspondiente a la “Segunda Parte”, intitulado “La atonía del
patriotismo integral”, páginas 123 a 143, en donde se ve el comportamiento
de catalanes, vascos y asturianos en la relativa reciente Historia de España:
“Incorporándonos a nuestro asunto, importa
declarar, desde luego, que el patriotismo español, apático o latente, pero
jamás anulado en absoluto, alcanzó de repente en 1808, con la guerra de la
Independencia —que nos sorprendió, como siempre, sin soldados, sin dinero y sin
material—, notable pujanza. Esta exaltación culminó todavía en 1860, con
ocasión de la expedición a África, emprendida —¡ironías de la Historia!— con
miras inconfesables de caudillaje militar y de preponderancia de un partido
político.
Siendo mozalbete tuve la suerte de
presenciar las vehementes y desbordantes efusiones patrióticas del pueblo y la
glorificación de nuestros heroicos soldados y caudillos. ¡Oh, qué gran
aglutinamiento es la victoria!... Por doquier, vítores delirantes, arcos de triunfo,
hogueras simbólicas, lifaras populares y obsequios a los soldados
gloriosos...Y en las ciudades, Prim, O’Donnell, Echagüe y otros bizarros
generales saborearon las mieles de la popularidad.
¡Y qué soldados aquéllos! Fornidos
veteranos, curtidos en las pugnas enconadas de las guerras civiles, luciendo en
el pecho honrosas cruces y en la tostada faz barbas y mostachos imponentes...
¡Qué contraste con los reclutas adolescentes y lampiños de hoy, cuyo brevísimo
servicio en las filas no consiente la adquisición de instrucción militar
suficiente ni el con el contagio patriótico.
Diéronse al olvido, caso de que los hubiera
en forma larvada, antipatías y recelos regionales. Cataluña no sólo compartió
los laureles de 1860, brindándonos un general bravo y genial, sino que reclutó
y equipó una legión especial de bizarrísimos voluntarios, los cuales, no
obstante ser bisoños, batiéronse como veteranos. Vasconia, menos presurosa,
envió a la campaña africana lucida escuadra de voluntarios. Llegaron algo
tarde, pero el ademán de Euzkadi fue notablemente españolista. Todos estábamos
orgullosos de nuestros soldados...Más adelante, con ocasión de la guerra de
Cuba, dieron los catalanes nuevo testimonio de amor a la patria común, enviando
a las Antillas brillante legión de voluntarios, que se batieron —y esto lo
presencié yo— como leones, junto al ejército regular y al lado de la noble y
españolísima hueste de voluntarios asturianos, al final de la contienda (y éste
es el mejor elogio de aquellos bravos soldados) sólo quedaban débiles reliquias
de dichas falanges heroicas; casi todos los voluntarios cayeron valerosamente
en la manigua cubana o en las enfermerías de campaña. ¡Espectáculo confortador,
nuncio de halagadoras esperanzas!...
En medio de mis tribulaciones de entonces
(yo caí enfermo en la manigua cubana), sentía hervir en mi sangre, consumida
por la fiebre, el fuego del entusiasmo bélico al presenciar esta magnífica explosión
de amor y sacrificio hacia la lejana metrópoli.
No; digan cuanto gusten derrotistas y
augures pusilánimes, el ímpetu de nuestra raza no se extingue fácilmente.
Padecerá eclipses, atonías, postraciones como las han padecido otros pueblos.
De su letargo actual, contristador y deprimente, se levantará algún día, cuando
un taumaturgo genial, henchido de viril energía y de clarividente sentido
político, obre el milagro de galvanizar el corazón desconcertado de nuestro
pueblo, orientando las voluntades hacia un fin común: la prosperidad de la
vieja Hispania”.
En fin, sin comentarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario