Siempre sentimos gran
admiración hacia los “manitas”, esas personas poco menos que superdotadas para
todo tipo de habilidades manuales y que son unos auténticos magos. Los hay que
lo mismo hacen de fontaneros, electricistas,
albañiles, pintores, mecánicos, informáticos, etc.
Ante estos artistas, que en
el fondo son verdaderos técnicos en mantenimiento y conservación del hogar, nos
descubrimos con cierta envidia y reconocemos nuestra desastrosa operatividad
cuando nos ponemos, por ejemplo, a arreglar o reparar un grifo.
Pero ahora, en estos tiempos,
estos “manitas” van desapareciendo, y cuando hay algún problema se tira de
teléfono y te aparece por casa un individuo cargado de maletas y herramientas
que te cobra 30 € por salida, amén de lo que pueda costar la reparación. Estos
individuos suelen ser unos chapuzas de tres al cuarto a los que no se les puede
reclamar nada.
Salvo honrosas excepciones,
estos chapuzas son una auténtica pléyade que campan por sus respetos y no hay
forma de denunciarlos, ya que no te dan factura.
En fin, así está el país de
la chapucería, de la ineptitud y de la irresponsabilidad, entre otras muchas
cosas peores.
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