Desde
hace varios años, los españoles estamos siendo atracados y engañados por
sindicatos, gobernantes sin escrúpulos y por algún que otro “colectivo” que
pulula dentro de los “muros de la Patria mía”.
No
cabe duda de que la huelga es un derecho, siempre y cuando se persigan fines
laborales y no políticos. En la Encíclica Laborem exercens, de fecha 14 de setiembre de 1.981, el papa Juan
Pablo II decía:
"Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros,
los sindicatos se
sirven también del método
de la «huelga», es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de
ultimátum dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios.
Este es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en
las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto los
trabajadores deberían tener asegurado el derecho
a la huelga, sin sufrir sanciones penales personales por participar en
ella. Admitiendo que es un medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que
la huelga sigue siendo, en cierto sentido, un medio extremo. No
se puede abusar de
él; no se puede abusar de él especialmente en función de los «juegos
políticos». Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se trata de
servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de asegurarse en todo
caso mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de la
huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y esto
es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad, que corresponde
también a la naturaleza bien entendida del trabajo mismo."
Los sindicatos, tal
como están actuando, no se dan cuenta de que con su forma de hacer las huelgas,
los verdaderos perjudicados son los trabajadores, y no los responsables que nos
han llevado a esta situación desastrosa. Por ahí siguen campando por sus
respetos y ocupando altos cargos como miembros de “Consejos” y demás.
Si
en vez de convocar las citadas huelgas se apuntase a los verdaderos culpables,
otro gallo nos cantaría. Ramón Tamames, catedrático de Estructura Económica,
decía en el diario La Razón:
“Y, por último, «la joya de la corona
sindical»: el método de la huelga general, que se plantea con manifestaciones
de sindicalistas, liberados, etc. Con mucha banderola al viento y ninguna
bandera de España, porque se ignora que es una de las más viejas del mundo,
desde que la instauró Carlos III en 1785. Un método que preconiza cambiar la
política económica sin darse por enterados, los lideres de vocación perpetua
del sindicalismo actual, de que estamos en el club del euro; y de que si no se
observan sus reglas y parámetros estaríamos abocados a salir de la eurozona en
lo que sería la mayor catástrofe de nuestra historia económica. Pues claro que
lo saben, pero en vez de contribuir al ajuste y hacerlo más inteligente, lo
único que plantean es rechazarlo, en busca de una política de vuelta a lo
anterior, que originó en gran medida la desastrosa situación de noviembre de
2011.
En resumen, tenemos unos sindicatos obsoletos,
más bien de casta que de clase, por su permanente obstrucción a modernizar el
país. Todo eso no puede continuar, y por ello es necesaria también una reforma
sindical a fondo, para que los trabajadores tengan un horizonte de progreso en
vez de mediatización y declive económico a largo plazo en el mundo globalizado
en que vivimos”.
Señores sindicalistas:
hagan caso a Juan Pablo II y a Tamames. Claro que no lo harán porque carecen de
caletre. Y no lo harán también porque si así lo hicieran, a lo mejor se les
acababa el chollo, el momio, la canonjía, la sinecura o como quieran ustedes
llamarlo.
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