sábado, 18 de noviembre de 2023

“El pacto de los asesinos” ( I V )


 

Así se intitula el libro de Max Gallo, Alianza Editorial, S.A., Madrid 2.009, 461 páginas.

En las páginas 346 a 348, nos habla el autor de un libro publicado en Londres en octubre de 1.945 intitulado “La impostura roja”, así como también comenta algo sobre el pacto entre los asesinos Hitler y Stalin.

Dice así:

“Estas líneas no las he leído en el diario de Julia Garelli, sino en el libro publicado en Londres en octubre de 1.945 por Arthur Orwett y titulado: La impostura roja.

Ese grueso volumen, dedicado a la ‘heroica J.G.’, hace un despiadado retrato de la Rusia soviética desde los años veinte.

Escandalizó dentro del clima de euforia que siguió a la victoria de los Aliados sobre el nazismo.

Toda la prensa elogiaba al admirable Ejército Rojo, que había invertido el curso de la guerra en Stalingrado, luego liberado Auschwitz, y cuyo desfile triunfal se había detenido ante el búnker e Hitler, en Berlín.

Stalin era el Tío José. Había sabido galvanizar a su pueblo. Se exaltaba el sacrificio de veinte millones de rusos.

Y precisamente ahora Arthur Orwett recordaba en La Impostura roja los actos de canibalismo originado por la hambruna que el buenazo del Tío José había provocado deliberadamente para meter en cintura a los campesinos ucranianos.

Hablaba del terror, de las deportaciones en aquellos campos administrados por el gulag, un pulpo administrativo que gestionaba decenas de millones de esclavos confinados en el Gran Norte, más allá del círculo polar, en las estepas de Karaganda, en los confines de China, en Siberia y en el extremo oriente soviético.

Orwett contaba su colaboración con el Komintern contra los nazis en Alemania, junto con Willy Munzer y Thaddeus Rosenwald, intentnado oponerse a los asesinatos, organizados por los agentes soviéticos, de republicanos sospechosos de oponerse a Stalin. Pero no por ello había dejado de combatir a los franquistas y de prevenir una Europa abotargada, pasiva contra la amenaza fascista.

Aquella lucha contra Hitler le resultó tan primordial que, en un principio, vaciló en denunciar ‘la impostura roja’, ese acercamiento que había visto iniciarse entre el Reich y la Unión Soviética.

Dicha complicidad, que sólo podía desembocar en guerra, quedó desvelada cuando, el 23 de agosto de 1.939, Ribbentrop y Molotov firmaron en Moscú el pacto germano-soviético ante la mirada zalamera de Stalin.

Pero de nada sirvió condenarlo: a los pocos días, la guerra abrasó el mundo.

Munzer, Rosenwald, Trotski, decenas de miles fueron asesinados por los matones de Stalin. Y la victoria los había hecho caer en el olvido.

Hasta se llegó a calificar el libro de Arthur Orwett de sacrílego, de profanación de las tumbas de los héroes y aliados soviéticos.

Además, decían, el Gran Terror, había permitido a Stalin liquidar a una ‘quinta columna’, a esos traidores que habían colaborado con los nazis en 1.941, tal como había ocurrido en los demás países ocupados por las tropas del Tercer Reich”.

Como siempre decimos, recomendamos leer este magnífico libro.

Continuará.



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