Así se intitula el libro de Max Gallo,
Alianza Editorial, S.A., Madrid 2.009, 461 páginas.
En las páginas 346 a 348, nos habla el autor de un
libro publicado en Londres en octubre de 1.945 intitulado “La impostura roja”, así
como también comenta algo sobre el pacto entre los asesinos Hitler y Stalin.
Dice así:
“Estas
líneas no las he leído en el diario de Julia Garelli, sino en el libro
publicado en Londres en octubre de 1.945 por Arthur Orwett y titulado: La impostura roja.
Ese
grueso volumen, dedicado a la ‘heroica J.G.’, hace un despiadado retrato de la
Rusia soviética desde los años veinte.
Escandalizó
dentro del clima de euforia que siguió a la victoria de los Aliados sobre el
nazismo.
Toda
la prensa elogiaba al admirable Ejército Rojo, que había invertido el curso de
la guerra en Stalingrado, luego liberado Auschwitz, y cuyo desfile triunfal se
había detenido ante el búnker e Hitler, en Berlín.
Stalin
era el Tío José. Había sabido
galvanizar a su pueblo. Se exaltaba el sacrificio de veinte millones de rusos.
Y
precisamente ahora Arthur Orwett recordaba en La Impostura roja los
actos de canibalismo originado por la hambruna que el buenazo del Tío José había provocado
deliberadamente para meter en cintura a los campesinos ucranianos.
Hablaba
del terror, de las deportaciones en aquellos campos administrados por el gulag,
un pulpo administrativo que gestionaba decenas de millones de esclavos
confinados en el Gran Norte, más allá del círculo polar, en las estepas de
Karaganda, en los confines de China, en Siberia y en el extremo oriente
soviético.
Orwett
contaba su colaboración con el Komintern contra los nazis en Alemania, junto
con Willy Munzer y Thaddeus Rosenwald, intentnado oponerse a los asesinatos,
organizados por los agentes soviéticos, de republicanos sospechosos de oponerse
a Stalin. Pero no por ello había dejado de combatir a los franquistas y de
prevenir una Europa abotargada, pasiva contra la amenaza fascista.
Aquella
lucha contra Hitler le resultó tan primordial que, en un principio, vaciló en
denunciar ‘la impostura roja’, ese acercamiento que había visto iniciarse entre
el Reich y la Unión Soviética.
Dicha
complicidad, que sólo podía desembocar en guerra, quedó desvelada cuando, el 23
de agosto de 1.939, Ribbentrop y Molotov firmaron en Moscú el pacto
germano-soviético ante la mirada zalamera de Stalin.
Pero
de nada sirvió condenarlo: a los pocos días, la guerra abrasó el mundo.
Munzer,
Rosenwald, Trotski, decenas de miles fueron asesinados por los matones de
Stalin. Y la victoria los había hecho caer en el olvido.
Hasta
se llegó a calificar el libro de Arthur Orwett de sacrílego, de profanación de
las tumbas de los héroes y aliados soviéticos.
Además,
decían, el Gran Terror, había permitido a Stalin liquidar a una ‘quinta
columna’, a esos traidores que habían colaborado con los nazis en 1.941, tal
como había ocurrido en los demás países ocupados por las tropas del Tercer
Reich”.
Como siempre decimos, recomendamos leer este magnífico
libro.
Continuará.
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