Como decíamos en la anterior
entrega, en ésta veremos algo sobre lo que la “nomenklatura” del régimen
consideraba como “crímenes contra la revolución”.
La obsesión de grandeza,
acompañada de la obsesión de mentir, se hallaba tan acentuada en la
“nomenklatura” soviética que, en muchas ocasiones, se consideraban como
“crímenes contrarrevolucionarios” cualquier discrepancia, o un simple reflejo
que descubriese la verdadera realidad económica de la URSS, ya fuese mediante
un estudio económico o una simple estadística, que desmontaban las “ilusiones”
de los caudillos de la citada “nomenklatura”.
El pueblo, mejor dicho, las
masas, se hallaban imbuidas, por mor de la propaganda asfixiante del régimen,
de una idea de construir un país fuerte y grande para defenderse de los
enemigos europeos. Esta idea, junto con otros pensamientos del mismo tipo,
fueron los pilares que aseguraban la permanencia en el poder de los
bolcheviques.
Ni el monstruoso Lenin, ni el
criminal Stalin, fueron capaces de solucionar los problemas que planteaba el
mundo rural. El descontento popular hizo trizas los planes quinquenales. Las
represiones hicieron su aparición, y millones de personas fueron vilmente
asesinadas.
A pesar de que se estaba
demostrando que el sistema no funcionaba, el Estado seguía dominando y
regulando el comercio, tanto exterior como interior, por medio del
“Comisariado” que, como es obvio y lógico en los sistemas comunistas, era el
encargado de eliminar la “intervención
económica del mundo capitalista”.
Por otra parte, al cerrar las
fronteras a los productos fabricados en el resto de naciones, obligó al régimen
a que la URSS se surtiese de costosísimas y malísimas manufacturas retardando,
como es obvio, el desarrollo de la propia industria.
Sin embargo, para el gasto
militar no había contención alguna. Se explotaban, nunca mejor dicho, todo tipo
de industrias, ya fuesen mineras, químicas o metalúrgicas. Como el pueblo,
perdón, las masas, se daban cuenta de esto, la propaganda del sistema “aseguraba la inmediata reconstrucción
interna de Rusia” que, claro, oiga, era sinónimo de prosperidad,
prosperidad que no se veía por ninguna parte.
En próximas entregas seguiremos
con el tema económico, viendo someramente la rehabilitación de la moneda, en
donde el Estado devora y lanza billetes, así como la pobreza de los
trabajadores soviéticos, etc, etc
Continuará.
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