Como ya saben, el judío Marx dijo aquello de que “la religión es el opio del pueblo”,
cuando el marxismo-leninismo sí que es el opio de ciertos intelectualillos de
medio pelo, pedantes infumables. En una ocasión, determinado pedante marxista
nos dijo que nuestros escritos eran “ideológicos”. Le vamos a contestar.
iDebido a la gran devoción que tenemos por la lógica,
el sentido común, la evidencia y la información contrastada, al contrario que
muchos inquisidores vanidosos, que se ensalzan a sí mismos como serios,
científicos, racionales y que ven las cosas con pensamiento dual y maniqueo, lo
que conduce inevitablemente a supersticiones (todos los
males proceden del capitalismo y del mercado) y a cerrilismo, no tenemos
la mente privatizada, estabulada, hipnotizada y apolillada por ninguna doctrina
política, y muchos menos por la marxista, que lleva a las personas a una
“estatolatría” poco menos que demencial y que no se ha enterado que la
Humanidad ha pasado del comunismo al neoliberalismo;
del asalto al Palacio de Invierno, a la caída del muro de Berlín; de la
diligencia al automóvil eléctrico y al avión; de la locomotora de vapor al tren
de alta velocidad; de la espingarda y el falconete al misil teledirigido; del
barco también de vapor al de propulsión nuclear; del arado al tractor, a la
segadora, a la empacadora y a la cosechadora; de la fabricación manual a la
fabricación en serie; de la linotipia al procesador de textos; del libro al
CD-Rom; de las demoras en las conferencias al teléfono móvil; de la lucha de
clases al Estado del bienestar; del barro al plástico; de la tabla de madera a
la lavadora; del estropajo y la arena al lavavajillas; de la fresquera al
frigorífico; de las cajas de madera de sardinas “salonas” al pescado congelado;
del analfabetismo al lenguaje de programación;
de la galena al chip; de las hierbas medicinales a los antibióticos y
que para mejorar la productividad de un país no hay que estatalizar los medios
de producción, sino invertir en nuevas tecnologías, ya sean privadas o no.
Aprovecharemos para decir que, debido a
que al marxismo se le dio un carácter épico (la lucha internacional contra las
fuerzas enemigas del “inevitable avance de la Humanidad”; “el asalto a los cielos”,
que diría Marx utilizando la mitología griega), de ese carácter brotaría un
empuje de agresión en todos los campos, además de una gran capacidad para
mentir, desfigurar la realidad, calumniar, engañar, etc , todo ello mezclado
con ansias de poder y de rencor social, siempre justificado en beneficio del
fin grandioso.
Para Marx, resolver el problema del poder
económico era sinónimo de enderezar todos los entuertos del poder. La realidad
se vengó de su miopía. La destartalada URSS y la miseria que hay en los países
comunistas lo demuestran. Y los cien millones de víctimas también lo
demuestran.
Por otra parte, procuramos evitar
las recetas mágicas y salvadoras de los “pensadores-químicos”, que todo lo
resuelven con análisis, frases y construcciones muy bonitas y polisémicas
llenas de demagogia y logomaquia. También procuramos evitar los simplismos y
los maniqueísmos en los que suelen caer los formadores de la opinión pública
(maestros, periodistas, intelectuales, políticos, etc). Intentamos buscar la
verdad de los hechos y de las cosas, sin hacer mucho caso a los tenores del
pensamiento políticamente correcto, que suelen tener obstruida la visión de la
realidad por su fe en el marxismo, que intenta explicar de una forma
aparentemente racional, mediante una serie de dogmas económicos, sociales e
históricos, toda actividad y todo acontecer humanos. Los predicadores de tópicos, de frases hechas, de pensamientos de
calendario; los “intelectuales” serios, científicos y coherentes; los
“patrocinadores” del apriorismo dominante, administrado por los jefes de la
censura, han convertido las tesis marxistas en una ideología, ignorando lo que
decía el propio Marx: “Lo que mueve y dirige a la Historia es
siempre y únicamente el interés material; las ideologías tienen siempre y
únicamente la modesta función de floraciones y de máscaras”. (Libro “Máscaras: el comunismo entre bastidores”,
autor Juan Carrascal, Editorial Sal Terrae, 1954, página 6).
Las ideologías, en general, son subproductos mentales que frenan el
conocimiento libre ya que, como decía el filósofo polaco Kolakoski: “una
tercera característica es la de la existencia de una casta que posee la exclusiva de exponer el
contenido exacto de la ideología". Además, las ideologías crean
fanáticos, que son seres manipulados, pastoreados y carentes de pensamiento y
razonamiento. Sólo se mueven y actúan por férrea disciplina y por consignas.
Pensamos que las ideologías pueden esconder una causa, o las causas una
ideología. Detrás de la causa, o de la ideología, suele haber un “Padre”, un
“Gran Timonel”, un “Conducator”, un “Líder Máximo”, “un Genio Radiante que
ilumina el sendero de la Humanidad”, es decir, un dictador que encarna a la
causa, que manipula y se eleva por encima de los manipulados. Lo único que
preocupa a estos líderes es mantenerse en el poder contra viento y
marea, como lo prueban los casos de Stalin, Mao, Ceauchescu, Gadafi, Saddan
Hussein y el gran sátrapa Fidel Castro, amén de los Chávez, Maduro, y nuestro “adorable”
Pedro Sánchez, y un largo etc. Es decir, que si no se pone freno a los
gobiernos regidos por una ideología, sus gobernantes acaban implantando una
dictadura o se convierten en tiranos, cumpliéndose aquello de que quien fabrica
ídolos obtiene yugos.
Para
terminar, permítasenos decir que no somos partidarios de polémicas, por dos
razones. La primera es que estos pedantes marxistas tienen una gran ventaja
sobre nosotros. Nos explicamos: como estamos de momento en un país democrático
y libre, escribimos tanto en la prensa impresa como en la digital, no siendo
represaliados, tampoco de momento, por
expresar nuestras opiniones y discrepancias. Sin embargo, si estuviésemos en un
país marxista de sus amores, en el que no habría discusión libre ni confrontación
a través de una pluralidad de medios de información y opinión, dichos pedantes podrían
expresar lo que les viniese en gana, y nosotros
no. Estas líneas que estamos escribiendo, y otras que hemos escrito, no
saldrían a la luz. Probablemente escribiríamos nuestras “Memorias” en las que
contaríamos nuestra suerte de penal en penal, en el supuesto de que no nos hubiesen
eliminado. O también podría ocurrir que nos escapásemos a un país libre y allí
contásemos las citadas “Memorias” para denunciar los errores, terrores y
horrores del marxismo, como lo hicieron los Húber Matos, Jorge Masetti, Ileana de la Guardia, S. Melgunov, D. Volkogónov, Zhigniew Bjzezinski, M. Voslensky, César Leante, Carlos Franqui,
Norberto Fuentes, Yuri Kariakin, Vasili
Mitrokhin, Kravchenko, Nina Berberova, Karel Bartosek , Pavel Sudoplatov (este
cuenta las atrocidades, pero sin arrepentirse), Boris Souvarine, Moa, Silvino Lantero Vallina, Carlos Semprún
Maura, Francisco Félix Montiel, Enrique María Matorras, Enrique Castro Delgado,
André Frossard, François Furet, Jean François Revel, André Gide, Douglas Hyde, Bertrand
Russell, Orlando Figes, etc, etc, todos ellos desencantados del marxismo.
Algunos pidieron perdón por haber colaborado con el comunismo y, otros, se
sienten avergonzados por haber sido “apparatchik”, es decir, asalariados del
PCE y “soldado de Stalin en Madrid”,
deseando “con particular satisfacción ver
hundirse aún más a los comunistas”. Otros
se autoincluyen en el conjunto de los “ilusos-ilusionados
que construyeron el espejismo del comunismo”. Otros, remordiéndoles la conciencia,
exclamaron: “Tengo que decir la verdad”.
Y
la segunda razón es que nunca hemos tenido gran simpatía por la polémica. El
que se dedica a polemizar, por lo general no tiene gran cosa que decir, y
prefiere discutir a pensar. Además, las polémicas rara vez contribuyen a
aclarar las cosas y, mucho menos, a llegar a un acuerdo. Los que polemizan se
suelen encasillar, encasquillar y echar el telón ideológico. También suelen
aferrarse a consignas en vez de a ideas, anclándose en sus dogmas y obsesiones,
lo que les hace mantener la mente cerrada al otro punto de vista.
Continuará.
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