lunes, 20 de diciembre de 2021

La legítima defensa, ¿es justa? ( y I I )


 Como decíamos en nuestro anterior artículo, es éste nos vamos a hacer una serie de preguntas  que, por lo que hemos leído a lo largo de nuestra vida, parece que no tienen unas respuestas adecuadas, sino todo lo contrario: confusas, diferentes y hasta contradictorias.

Como ya se sabe, existe una diferencia entre homicidio y asesinato. Según el Diccionario de los “inmortales” la RAE, homicidio es la “muerte causada a una persona por otra”. O también: “delito consistente en matar a alguien sin que concurran las circunstancias de alevosía, precio o ensañamiento”.

El asesinato lo define como “matar a alguien con premeditación, alevosía, etc.” Es evidente que en el caso de legítima defensa, nunca habrá asesinato.

Y ahora unas preguntas: ¿se comete homicidio cuando se mata al agresor que, por un quítame allá esas pajas, intenta matar a otra persona?

¿Se contradice con el “No matarás”? Nosotros estamos a favor de la legítima defensa, aunque arrastre consigo la muerte del agresor. Vamos a ver: ¿no hay que conservar la propia vida? ¿No hay, asimismo, que proteger a la sociedad contra estos agresores?

Sí, ya sabemos aquello de que nadie puede tomarse la justicia por su mano, pero cuando las instituciones encargadas de esa justicia miran para otro lado, no le queda al individuo más remedio que actuar de esta forma. No digamos ya nada si se trata de un violador.

Marco Tulio Cicerón, casi 50 años a. de C., en su “Defensa de Milón”, decía:

“Si nuestra vida corriera peligro ante las asechanzas, la violencia y las armas de los ladrones, todo medio de buscar nuestra salvación se consideraría legítimo”. No se puede ser más claro.

Y terminamos con unas palabras del juez Enrique Bacigalupo Zapater, catedrático de Derecho Penal: “el derecho no necesita ceder ante lo ilícito”.



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