Así se intitula el libro escrito por Dionisio R. Napal, editado por Editorial Stella Maris en Buenos Aires en septiembre de 1932, 286 páginas.
Y terminamos con esta obra. Como decíamos en la
anterior entrega, en esta última continuamos con el Capítulo I X intitulado “La
esfinge”, pero viendo lo que se lee en la Sección I V, página 260 y
siguientes.
“Por sobre los intereses generales, los
gobernantes se preocupan de la conservación del predominio partidista. Por
lesionar el derecho natural de la soberanía democrática y defraudar en
beneficio propio las aspiraciones más legítimas, merecen en buena ley el
antedicho título de usurpadores.
Los proletarios, al poco tiempo de formar
parte de la burocracia, por muy sincero que haya sido su idealismo, se tornan
oportunistas. La ambición desgarra continuos jirones del ideario rojo. Como la
fuerza de la Unión consiste en el número inmenso que obedece, por todos los
medios se impide que la masa deje de ser rebaño. El hombre nada cuenta; su
acción es menor que la del más ínfimo resorte dentro de una máquina complicada.
Aunque los rusos tremolen al viento la
enseña roja con las insignias de la hoz y el martillo y canten La Internacional
y posean flotas y ejércitos y alimenten planes grandiosos de industrialización
y se preparen para una guerra de carácter mundial, siguen siendo, peor aún que
en los más angustiosos tiempos del zarismo, verdaderos esclavos.
Cuando los obreros de cualquier nación
civilizada suspiran anhelosos por un porvenir mejor, piensan en algo muy
distinto de la vida militarizada, en un régimen de trabajo forzado, bajo la
amenaza de castigos terribles. El más modesto de los trabajadores argentinos
jamás podrá vacilar entre la libertad en que desenvuelve su labor en el Río de
la Plata y la esclavitud agobiadora de la Unión Soviética”.
En la página 266, y como final, se lee:
“Cualesquiera sean las ofuscaciones bolcheviques, la especie humana que lleva muchos siglos de lento y gradual progreso en el orden democrático, no tolerará una retrogradación de carácter permanente hacia la barbarie.
La historia maldecirá a los comunistas, no
precisamente por sus errores doctrinarios, que es humano el equivocarse, sino
por no haber vacilado en verter torrentes de sangre humana, para imponer un
régimen social.
No es lícita la neutralidad ante la
pavorosa realidad del estado soviético. La sociedad debe saber quiénes están en
contra y quiénes en favor de la civilización”.
¡Y pensar que todavía hay por ahí badulaques,
bausanes, caquéxicos mentales, catatónicos, cenutrios, ciclotímicos, fámulos, faramalleros,
fementidos, frenópatas, gárrulos, loquinarios, perláticos mentales, tarúpidos,
truchimanes, etc, etc, que añoran este terrible sistema!
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