viernes, 14 de febrero de 2020

La gente decente



Ya saben que nos gusta “recuperar la memoria histórica”, pero la reciente. Vamos a ello.

El día 11 de mayo del año 2.003, publicaba el diario “La Nueva España” un artículo en el que se leía lo que decía uno de los representantes marxistas en el Ayuntamiento de Oviedo: “la gente decente debe mandar a casa a De Lorenzo”, a la sazón alcalde.

La gente decente tolera y no manda a casa a ningún representante de una ideología como la marxista, que es dogmática, intransigente, inservible, obsoleta, supersticiosa, generadora de miseria, con una visión entre nebulosa, turbia y polvorienta de la historia, de la sociedad, de la política, de la economía, negadora de todo tipo de libertades, etc. Que fue impuesta “por las bayonetas del ejército rojo”. Que ha empleado la dialéctica de la mentira y la técnica del golpe de estado desde San Petersburgo, en octubre de 1.917, hasta Camboya, pasando por China, Europa del Este, Cuba, etc. Que ha perseguido, asediado, amenazado, intimidado, provocado, criminalizado y exterminado a las personas, a las fuerzas sociales y políticas que no se sometieron a sus presupuestos ideológicos, es decir, lo que dictaba el dogma, la fe y el partido. Que ha desarrollado una labor subversiva llevada a cabo por autocalificados intelectuales que se han propuesto, durante el siglo XX, “emancipar” a la Humanidad, conforme a su particular criterio revolucionario, de toda tradición y religión, especialmente la cristiana. Que, aprovechándose de la libertad que existe, por ejemplo en España, procura censurar y acallar todo disidente de “lo políticamente correcto” o lo “intensamente contemporáneo”. Que, bajo la bandera de la democracia, le gustaría imponer la dictadura más terrible que jamás haya existido. Que, en las naciones antes mencionadas, ha tenido la oportunidad de hacer algo positivo. Pero no: se ha limitado a organizar su “defensa”, es decir, instaurar la represión, la censura, los gulags, etc, como si con tal política se desarrollasen “las fuerzas productivas”, “las fuerzas creativas”, el “hombre nuevo”, “la nueva civilización que olvide y entierre la creencia antigua” y “el porvenir radiante de la Humanidad”. Que intentó cambiar la Biblia y Roma por El Capital y Moscú. Que, bajo el supuesto rigor científico de su esquema económico y su pretensión de necesidad histórica, ha engañado a millones de seres con esperanza de una mejor vida. Que en vez de narrar los acontecimientos históricos tal como sucedieron, ha creado un tráfico de mentiras, crímenes y ocultamientos. Que en el experimento social que se proponía, lo único que hizo fue levantar una estructura de enorme peso, pero con bases insuficientes y viciosas, ocultas detrás de muros de silencio y falsificación. Y que, por fin, “la causa”que impulsó y que costó la vida a millones de seres humanos, ha sufrido una derrota histórica de la mayor envergadura, derrumbándose porque no tuvo en cuenta que el hombre tiene derechos naturales y anteriores al Estado y que la persona es un fin en sí misma y no un instrumento más en la maquinaria del mismo, lo que llevó a la supresión de los cuatro pilares sobre los que se sostiene una sociedad normalmente constituida: la persona, la familia, la propiedad y la religión.

Y por último, la gente decente tolera y no manda a casa a ninguna persona que lleve en sus camisetas o en sus pancartas, la efigie de personajes campeones del odio y del terror, y que nada tienen que ver con la democracia.



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