Estamos en una sociedad en la que la delincuencia campa por sus respetos,
por mucho que traten de camuflarla y maquillarla con flacas y falsas
estadísticas. El objetivo de esto es disuadir a las personas para que no presenten
sus denuncias, por muy grave que haya sido el delito.
Conocemos un caso que lo puede explicar todo. Entra en un establecimiento
un tipo que empieza a mirar para todos los sitios en busca de cámaras. La dueña
le pregunta que qué desea. El sujeto dice que nada, y continúa mirando por
todos los sitios. La señora, alarmada, se va a la trastienda y llama a la
policía explicando la situación. Le dicen que si el tipo le ha hecho algo, si
la ha agredido, o ha robado algo. La señora responde que no. La policía le
responde que entonces no puede ir porque no ha sucedido nada. Vuelve la dueña
para la tienda y el sujeto sigue en la misma actitud. Muerta de miedo, vuelve a
llamar a la policía diciendo que era la misma persona que había llamado hacía
unos minutos y que había matado al posible atracador. A los cinco minutos, se
presentaron en la tienda ambulancias, policía, helicóteros, etc, con lo que el
delincuente, al oír las sirenas, huyó. La señora les dijo que era mentira que
había matado al tipo. No tuvo más remedio que recurrir a este truco para que se
presentase la policía. El asunto se comenta por sí solo.
La impunidad de los delincuentes es poco menos que asombrosa. En muchos
casos es una auténtica vergüenza que los “mass-media” la oculten, o no la
denuncien por mor de una complicidad y de una connivencia con lo políticamente
correcto.
Pero, ¡ah!, cuando el delito aparece en el mundo y en el ambiente de “famosos”, “artiscejos”, gays y demás farándula, el asunto se convierte en público, notorio y, si nos apuramos un poco, hasta trascendental, oiga.
El ambiente y clima de inseguridad que se respira, hace que las personas se
retraigan a la hora de hacer, por ejemplo, compras, paseos o simplemente llevar
algo de valor.
Como es sabido, hay delitos que son considerados como “menores” y, claro,
entonces se recurre a los “inmortales” de la RAE con lo de hurto y robo. Hay
que matizar, oiga.
Vamos a ver: quien sufre más, ¿la familia Thyssen o la de Botín si les
roban, por ejemplo, un cuadro de Velázquez, de Ribera, de Murillo, de Zurbarán
o del Greco, o un pobre trabajador que se le ha acabado el paro y está cobrando
los 400 € de ayuda, y de repente le roban 300 €? El que quiera entender que entienda.
Lo curioso del caso es lo de “¡Cómo
se le ocurre a usted ir y andar por esos sitios”!, “¡Cómo se le ocurre a usted dejar esas cosas a la vista dentro del
coche!”, etc, etc. El asunto es, la cosa tiene dídimos, echar la culpa a la
víctima en vez de al autor del delito.
Continuará.
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