El padre Vitoria se hizo dominico en Burgos, y después estudió en Parin en donde conoció a Vives y a Silíceo. Cuando tenía 36 años regresó a España con el objeto de dedicarse a la enseñanza en el Colegio San Gregorio vallisoletano y posteriormente en la Universidad de Salamanca.
El padre Vitoria era una persona de una gran cultura,
amén de una inteligencia superior. Sus curiosidades intelectuales se extendían
a todas los asuntos divinos y humanos.
Escribía sin pelos en la lengua en todo lo que
estimaba que era camino de la gloria de Dios y mejor servicio a la Humanidad.
También era un extraordinario profesor, ya que no se
contentaba con que los alumnos oyeran sus explicaciones, sino que les hacía
tomar notas y apuntes, como se hace ahora. Posteriormente discutía con el
alumnado para sacar conclusiones.
Fue el creador del Derecho Internacional en la época
que se había formado en la sociedad el concepto de nacionalidad.
En estos momentos, el pensamiento y doctrina de esta
egregia persona sirve de norma de conducta internacional, tanto en cátedras
como en los Congresos . . . aunque, bueno, muchos, muchas y “muches” no le
hacen ni puñetero caso.
Expone claramente cuándo la guerra es justa, diciendo
cómo se debe proceder, y cómo deben comportarse los vencedores con los
vencidos.
Fue un gran protector de los nativos indios, como se
puede ver en sus escritos, criticando fuertemente a la “leyenda negra” que se
fraguó, como ya saben, contra los españoles por la conquista de América
contando todo tipo de mentiras y calumnias.
Fuente: páginas 72 y 73 del libro “Cien
figuras españolas. Biografías de españoles célebres”, autor Antonio J.
Onieva, Imprenta Casa Editorial “Hijos de Santiago Rodríguez”, Burgos 1951, 212
páginas.
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