Frédéric Bastiat fue uno de los paladines de la libertad económica y considerado como un clásico economista liberal. Su característica más importante quizá sea su destreza para demostrar, con hábiles argumentos muy fáciles de entender, la inviabilidad del socialismo marxista, con su proteccionismo, intervencionismo y negación del libre mercado. Estos defensores del intervencionismo, aún no han conseguido replicar, de forma razonada y objetiva, a las exposiciones de Bastiat. Había demostrado que cuando se ponen obstáculos y trabas a la libertad de comercio, lo único que se genera es pobreza. Lo explicó de forma magistral en sus escritos: cuando se ponen barreras a la competencia, la escasez sustituye a la abundancia, porque se reduce la oferta de productos a la sociedad. Lo mismo ocurre cuando se imponen barreras proteccionistas al comercio exterior, o se regulan las producciones.
Señala también que la competencia se opone al establecimiento de monopolios y
oligopolios artificiales, es decir, aquellas situaciones por las que el
gobierno otorga mercados cautivos, lo cual redunda necesariamente en mayores
precios, menor calidad o ambas cosas a la vez.
También hace hincapié en que la competencia implica la libertad de elegir, pero
no solamente elegir dentro de una localidad o un territorio determinado, sino
más allá de las fronteras, demostrando que las tarifas aduaneras ocasionan
graves perjuicios económicos.
Después de la revolución de febrero de 1848, Frédéric hizo algunos pinitos en
política. Fue miembro de
Por aquel entonces “un fantasma recorría
Europa” y Bastiat, retirado ya de la política, se dedicó a demostrar con
escritos los absurdos, falsos argumentos y falacias del enemigo de la libertad
que aparecía en aquellos momentos: el comunismo.
En su último libro, “Lo que se ve y lo
que no se ve”, ensayo escrito en 1850, con X I I interesantísimos
capítulos, habla de los efectos inmediatos y de las consecuencias remotas en
toda acción política en el ámbito económico:
"En el ámbito de la economía, un
hecho, una costumbre, una institución, una ley, da nacimiento no sólo a un
efecto sino a una serie de efectos. De estos efectos, sólo el primero es
inmediato; se manifiesta a sí mismo simultáneamente a su causa: son vistos. Los
demás se despliegan en sucesión, no son vistos: sería bueno para nosotros que
fuesen previstos. Entre un economista bueno y uno malo esa es la única
diferencia. Uno tiene en cuenta solo el efecto visible; el otro tiene en cuenta
el efecto que se puede ver y también el que es necesario prever. Pero esta
diferencia es enorme porque casi siempre ocurre que cuando la consecuencia
inmediata es favorable, las consecuencias últimas son fatales, y viceversa. Por
tanto, podemos concluir que el mal economista busca un pequeño bien presente,
que será seguido por un gran mal por venir, mientras que el verdadero
economista busca un gran bien por venir, al riesgo de un pequeño mal
presente." (De este párrafo deberían tomar nota algunos políticos
regionales y estatales, y otros que andan por ahí dando “coletazos” por doquier).
Terminaremos esta brevísima exposición sobre Bastiat con unos párrafos de los
que deberían tomar nota muchos retrógrados, que aún tienen estabulada en su
mente una doctrina decimonónica, obsoleta , inservible, caduca y trasnochada.
"La vida, la libertad y la propiedad no existen por razón de leyes hechas por el hombre. Por el contrario, el hecho es que la vida, la libertad y la propiedad existen con anterioridad a aquello que hizo a los hombres hacer leyes por primera vez".
“Obras escogidas”, Frédéric Bastiat,
Unión Editorial 2009, Colección Laissez Faire, 276 paginas.
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