martes, 17 de enero de 2023

“Días de ira”


 El título completo del libro es “Días de ira. Una reflexión que clama a las conciencias ante una España en alarma”, autor Hermann Tertsch, Editorial La Esfera de los Libros, S.L., 2015, 293 páginas.

Ante todo decir que es un libro magistral que debería leer el “pueblo soberano” y ciertos politicastros encumbrados incomprensiblemente, que ostentan cierto “prestigio” a base de populismo, demagogia y logomaquia.

 Comentar también antes de nada, que el autor en su juventud fue  miembro del partido comunista de Euskadi, siendo posteriormente miembro del Foro de Ermua.

 El autor toca temas candentes de actualidad, que nadie se atreve a comentar. Por ejemplo, la “entente” entre el Islam y el socialismo, con el propósito de hinchar e inculcar de odio, rencor y la ira a los “pueblos soberanos” contra los enemigos que todos sabemos: Estados Unidos y Europa.

 Nos ha llamado la atención un apartado intitulado “Un coñazo de desfile”, página 56 en donde se comenta la frase de Rajoy “Mañana desfile, qué coñazo!”. Se lee:

 “Por desgracia, tras los años devastadores de Zapatero, los encargados de la reconstrucción y regeneración, dotados por la ciudadanía de un poder inmenso, tienen unas dosis limitadas, muy limitadas, de ideas y valores, y todas ellas siempre muy solubles en ese pragmatismo del que hacen gala permanentemente”.

 También nos ha llamado la atención lo escrito en el apartado intitulado “Del oportunismo a la impostura”, páginas 220 a 227. Se lee en la 226 y 227:

 “El abuelo de Iglesias le pasó algo parecido que al abuelo Lozano de Zapatero: fue condenado a muerte por el bando franquista. Con una diferencia muy importante, ante todo para él: que su sentencia no fue ejecutada. Al contrario. La trayectoria del abuelo de Iglesias demuestra que, en plena posguerra del franquismo, podían ocurrir ya entonces en la justicia española cosas muy peculiares. E igual que muchos inocentes, a veces por pura casualidad o fatalidad, acabaron sus días en el paredón, muchos culpables se escaparon del mismo y tuvieron una suerte inmensa para una segunda oportunidad, bajo el franquismo. Como este abuelo. Porque Manuel Iglesias Ramírez, de Villafranca de los Barros, no fue condenado por ser miembro de un tribunal militar ni por ser un oficial del Ejército Republicano, como difunde su nieto Pablo. Sino por ser miembro de una banda de milicianos que, en el otoño de 1936, se dedicó en Madrid a realizar «sacas», que es como se dio en llamar a la caza de «enemigos de clase» o «fascistas», habitualmente civiles, detenidos irregularmente por grupos de milicianos para ser torturados, encarcelados o asesinados. Lo llamaban también, más oficialmente, ejecuciones extrajudiciales. Quedó probado y le costó la pena de muerte al abuelo de Pablo Iglesias, el hecho de haber ido el 7 de noviembre a la cabeza de una brigada a la casa madrileña de los marqueses de San Fernando, que eran también de Villafranca. Allí, el grupo de milicianos preguntó por los marqueses. Fue él quien los identificó para llevarse a Joaquín Dorado y Rodríguez de Campomanes, marqués de San Fernando, y a su cuñado, Pedro Ceballos. Fueron trasladados a la checa de la calle Serrano 43 y en las horas posteriores fusilados en la Pradera de San Isidro. Con el abuelo del líder de Podemos no iban ni policías ni militares. Sino personajes tan poco marciales como Manuel Carreiro el Chaparro, Jesús Yuste el Cojo de los Molletes, Antonio Delgado el Hornachego y otros dos milicianos de los que solamente se conoce el apodo: el Vinagre y el Ojo de Perdiz. El abuelo había participado en diversas acciones contra guardias civiles después fusilados y contra derechistas y católicos también muertos y heridos. Por todo ello fue condenado a muerte. Pero el franquismo, Franco en persona, según consta por la firma, conmutó aquella pena de muerte por una cadena perpetua. Y esa condena de por vida se convirtió al final en solo cinco años, que es lo único que cumplió por sus crímenes. Pero además, como a Zapatero, también a Iglesias le encanta, además de restar hechos, añadir literatura a las peripecias del abuelo. Y eso de que «sufrió la atenta mirada de la dictadura» debería formularse de otra forma, porque de hecho, nada más salir de la cárcel, el condenado a muerte cinco años antes tuvo el inmenso privilegio en aquellos años de miseria de ser colocado en el Ministerio de Trabajo, en la División de Seguro Obligatorio de Enfermedad. Y gracias a este espléndido trabajo de plena seguridad en el corazón de la burocracia oficial del régimen franquista, dio estudios universitarios a sus seis hijos. Lo extraño en esta trayectoria es que no culminara en una familia que, por gratitud, se obstinara por mantenerse leal en el búnker franquista. Que no fue así lo confirma el hecho de que el padre de Pablo Iglesias fuera militante de la organización terrorista FPAP. Y del propio líder de Podemos se conoce ya su trayectoria lo suficientemente bien, como para descartar que en algún momento haya tenido inquietudes políticas, intelectuales o espirituales más allá de la simple disciplina ideológica comunista”.

 Y para terminar, además de recomendar su lectura, el autor nos dice en este libro, el por qué y el cómo fue posible haber llegado a la situación tan terrible en la que nos encontramos.

 ¡Ah!, aprovechamos para decir que Hermann Tertsch también es autor de otro magnífico libro intitulado “Libelo contra la secta”, Editorial La Esfera de los Libros, S.L., 2010, 266 páginas. Este libro lo comentaremos próximamente.



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