Para que la vida de una persona sea realmente agradable y satisfactoria, tiene que haber dos clases de concordia: una interna, que compagine inteligencia y libertad, amén de otras cosas, y la otra de carácter externo que procure entenderse con las intenciones y quehaceres de los demás.
Dicho esto, y viendo el terrible desorden económico,
político y social en que estamos inmersos, la enseñanza tenía que ser la
encargada de unir y enlazar dichas dos concordias, pero dicha enseñanza a nivel
internacional nada de esto quiere saber, lo mismo que nada quiere saber de
valores éticos y morales.
De lo que se trata es de manejar la voluntad del “pueblo
soberano”, importando un bledo, dos cominos y tres dídimos el asunto de la
armonía ya que, entre otras cosas, la política va detrás de muchas cosas
positivas que hay en la vida, no enterándose para nada dicho “pueblo soberano”.
Los politicastros prefieren sembrar la hostilidad, la oposición, el
enfrentamiento, la discordia, etc, antes que la armonía, pues lo que pretenden
es seguir apoltronados en sus sillones estatales.
Dichos politicastros hablan mucho de guerras, a las
que critican por los cuatro costados, pero siguen inculcando en la juventud, a
través de la enseñanza, odios y rencores a los “otros”, que son los malos.
Del asunto sexual, ¡para qué vamos a comentar nada!
Aquí sí que la siembra de discordias está servida, lo mismo que en el campo de
los “nacionalismos”.
En fin, la situación se está poniendo tan tensa y tan
rígida y tan empapada de odios y rencores, que ya no se sabe cómo salir de la marisma
y del lodazal en que estamos sumidos.
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