martes, 10 de enero de 2023

El leninismo ( I )


 Hace unos días hemos visto una pintada en una puerta de un garaje que decía: “¡Lenin, vive!”. Ya hemos comentado en este blog dichos y hechos de este nefasto sujeto, y como hay que recuperar la “memoria histórica”, vamos a ello.

El leninismo nace en 1.903 con el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, celebrado en Bruselas y en Londres en los meses de julio-agosto. El primero había tenido lugar en marzo de 1.898 en la ciudad de Minsk.

 En este II Congreso tuvo lugar la separación entre bolcheviques y mencheviques, dando lugar a la controversia entre las libertades democráticas y el interés del partido. Lenin defendió “la subordinación de todos los principios democráticos a los intereses del Partido”.

 Pero lo que verdaderamente separó a bolcheviques y mencheviques fue la discusión sobre el principio de autoridad y cómo se reglamentaría el ser “miembro del partido”. Para Lenin los miembros del partido tenían que entregarse de forma ciega a las directrices del mismo: tenían que ser “activistas, obedientes, mentalizados y disciplinados”. Es decir: el pueblo estaría sometido al arbitrio de una minoría.

 En oposición a Lenin, Martov defendía que para ser miembro del partido bastaría que la persona fuese simpatizante de las ideas del mismo y que las bases fuesen las que controlasen el partido e impedir que los jefes impusiesen sus directrices.

 Al leninismo, o mejor dicho al marxismo-leninismo, se le presentó con un envoltorio filosófico-científico. Es decir: un sistema filosófico que decía demostrar “científicamente” que el odio, el terror, la mentira, la calumnia, etc, eran “aspectos temporales” que justificaban la consecución final del “porvenir radiante de la Humanidad, del “hombre nuevo”, de la Verdad, del Bien, del “paraíso de los trabajadores” con lo que la Historia se terminaba. Marx decía que la Historia sólo se movía por la lucha de clases. Lenin remachaba diciendo que “la moral proletaria está determinada por las exigencias de la lucha de clases”.

 Lo de la consecución del “hombre nuevo”, fue uno de los mitos más grandes de toda la Historia humana.

 El propio Antonio Gramsci, hizo un diagnóstico muy pesimista al analizar la realidad social de la Unión Soviética y sus satélites: tal “hombre nuevo” no acababa de surgir en los regímenes comunistas, ya que los “valores burgueses del cristianismo” seguían anclados en las personas. Ahí era donde había que actuar desarraigando los citados valores. Una vez conseguido esto, el poder “caería en el regazo marxista como fruta madura”, decía Gramsci.

 ¿Será el “hombre nuevo” el de la China comunista que se vio paralizada por la visita del Real Madrid que “provocó hasta paros laborales y retenciones de tráfico” en el verano de 2.007? ¿Se acuerdan?

 Se comprende que los marxistas, y sobre todo los “paleomarxistas”, estén deprimidos, decepcionados y disgustados. No obstante, y de vez en cuando, para desentumecerse, atacan ¡como no! a Estados Unidos y a la religión cristiana, exudando su amargura en artículos que parecen auténticos discos rayados.

 Nota.- Recomendamos leer los comentarios sobre los libros “El terror bajo Lenin”, y “El verdadero Lenin”, insertados en este blog con fechas 23 y 26 de enero de 2017, respectivamente.

 Continuará.

 


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