viernes, 30 de diciembre de 2022

El derrumbe de la URSS ( V I )


 

Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos someramente lo que sucedía en los complejos carcelarios y en los campos de concentración.

En las prisiones y campos de concentración, que estaban ubicados por todo el territorio soviético, estaban los disidentes del comunismo, así como todo tipo de delincuentes y, como no podía ser de otra manera, también estaban los considerados como “contrarrevolucionarios”, ya fuesen obreros, campesinos, intelectuales, artistas, etc, además de los “sin partido”.

Todo esto, y más, no concordaba con lo que se leía en periódicos y revistas que se publicaban en el extranjero por los delegados soviéticos. Así, por ejemplo, decían que las cárceles eran mansiones  ejemplares con bibliotecas, escuelas, imprentas, talleres, etc, etc. Nada se decía del horror  y el terror que tenían que soportar los presos.

Por otra parte, llegaban a la URSS, invitados por los soviets, delegaciones y grupos de obreros extranjeros, a los que se les llenaba de agasajos y atenciones. Pocos fueron los que se dieron cuenta de que fueron escoltados, cuidados, agasajados, cebados, celebrados, embaucados, burlados, engañados, cegados, fascinados, halagados y engatusados. Esto mismo sucede hoy día en Cuba y en Corea del Norte.

El tema de las “visitas” a las prisiones, y otras cosas, nos las cuenta José Douillet en su libro “Así es Moscú. Nueve años en el país de los soviets”, Editorial “Razón y Fe”, 1930, 218 páginas. Conviene decir que Douillet fue cónsul de Bélgica en la URSS.

La escasez y mala calidad de los alimentos que se suministra a los presos, hace que éstos enfermen, no pudiendo mejorar debido a la inexistencia de auxilios y servicios sanitarios.

Los esbirros del poder que “custodiaban” a estos presos, generalmente miembros de la temida G.P.U., los martirizaban sin ningún tipo de contemplaciones. Así, por ejemplo, todo aquel que dijese que estaba enfermo para no poder realizar los trabajos forzados y forzosos de doce o catorce horas diarias, era brutalmente castigado, llegando a considerar el fusilamiento como una deseada y verdadera liberación. Ni qué decir tiene que los suicidios estaban a la orden del día.

Mientras tanto, los organizadores y vigilantes de los presidios, organizaban grandes orgías. De dichos presidios se podrían destacar, como lo más inhospitalarios y dolorosos, los de la isla Solovky  y la cárcel de Yaroslav.

En la próxima entrega veremos que, frente a las promesas del sistema de igualitarismo, el pueblo quedó bajo la total y absoluta voluntad de los gobernantes.

Fuente.- “El imperio soviético”,  autor Dionisio R. Napal, Editorial Stella Maris, Buenos Aires setiembre de 1932.

Continuará.



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