Como decíamos en la anterior entrega, en ésta y en las próximas veremos algo sobre el terror soviético, la carencia de libertad, cárceles y campos de concentración, barbarie, la ofensiva contra la religión cristiana, como si de la antigua Roma se tratase con aquello de “nova et maléfica” (nueva y maléfica); de “strana et illicita” (extraña e ilícita); “prava et inmódica” (malvada y desenfrenada); “desestabilis” (detestable); “tenebrosa et lucífuga” (tenebrosa y enemiga de la luz), o la famosa frase de “christianos esse non licet” (no está permitido ser cristiano).
Una de las mentiras más grandes
del sistema comunista era, y es, la de “reconocer” a los trabajadores el
derecho a la reunión, a la libre asociación, a los mítines, a la libre
sindicación, etc, etc. Esto es pura teoría porque, en realidad, en el sistema
no hay libertad ni para las ideas, ni para el voto, ni para la prensa que es,
como ya es sabido, una arma y una
máquina de combate que pertenece exclusivamente al estado.
La Constitución de 1918 de lo que se llamó la República Soviética
Federativa Socialista, en los artículos 5º, 6º y 7º decía:
“Con objeto de asegurar a los trabajadores la libertad
efectiva de emisión del pensamiento, la R.S.F.S suprime el estado de
dependencia de la prensa respecto al capital; entregará al proletariado obrero
y campesino todos los medios técnicos necesarios para la publicación de
periódicos, folletos, libros y otras producciones de la imprenta, y garantizará
su libre difusión por todo el país. Con objeto de asegurar a los trabajadores
verdadera libertad de reunión, reconociendo a los ciudadanos de la República de
los Soviets el derecho a organizar libremente reuniones, mítines,
manifestaciones, etc, pondrá a disposición de la clase obrera y campesina todos
los locales adecuados que dichas asambleas requieran. Con objeto de asegurar a
los trabajadores positiva libertad de asociación, la R.S.F.S. que ha destrozado
el poder económico y político de las clases posesoras y que de este modo a
apartado los obstáculos que en la sociedad burguesa impedían a los obreros y
campesinos hacer uso de la libertad de
organización y acción, prestará a los
obreros y campesinos todo su auxilio para facilitar su unión y organización”( I ).
En la próxima entrega veremos que
todo esto distaba mucho de la vida real soviética.
( I ).- “El imperio
soviético”, autor Dionisio R.
Napal, Editorial Stella Maris, Buenos Aires setiembre de 1932, páginas 92 y 93.
Continuará.
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