Como ya saben, este sujeto pierde el tiempo en excusas
y en aplazamientos de decisiones que tenía que tomar para acabar con su
desastroso desgobierno, siguiendo con la pasividad del ciego de Bartimeo, del
que a lo mejor algo le comentó el Papa cuando le visitó, oiga.
Lo que tenía que hacer este sujeto, entre otras cosas,
es salir a la calle con el objeto de reconocer y arreglar el malestar de
millones de personas, malestar creado por él y no por los otros.
También tendría que predicar y expresar para que
hubiese respeto, consideración, miramiento y dignidad y decencia para todos (y
decimos todos refiriéndonos a todos los seres humanos, aunque hay quien
prefiere lo de todas, todas y “todes”), con el objeto de expandir la bondad, la
indulgencia, la tolerancia, la benevolencia, la mansedumbre, la verdad, la
realidad, la efectividad, la concordia, la fraternidad, la armonía, el afecto,
etc, y no precisamente todo lo contrario. Sobre este asunto la Comisión Europea
ya manifestó en su día su preocupación por la presión que este desgobierno está
ejerciendo sobre los jueces.
Un ejemplo sobre este tema está en Teresa Ribera
Rodríguez, vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el
Reto Demográfico (¡casi “ná”), que en su día atacó al juez García-Castellón por
ser un osado por investigar a Puigdemont, dando a entender que era una persona infractora y transgresora que se inclinaba “en una misma
dirección”.
Para no quedar atrás, Diana Morant Ripoll, ministra de
Ciencia, Innovación y Universidades (¡casi “ná” también”), sobre el asunto de
la investigación de la mujer de Su Sanchidad, dijo que se construyó “a base
de bulos”, diciendo también, refiriéndose al juez, que “nadie en este
país está por encima de la ley”. Sin comentarios.
Sobre esto, y otras cosas, Su Sanchidad sí tenía que
hacer algo, pero no mueve ni un dedo para corregir todo este embrollo. Se cree,
lo mismo que el “pueblo soberano”, que está en posesión de la verdad.
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