lunes, 29 de julio de 2024

Idolatría, obsesión, ceguera, intransigencia, intolerancia, fanatismo . . .

 


Estos conceptos son una lacra social difícil de erradicar del “pueblo soberano” y de “mentes privilegiadas”. Por ellos se mata, se asesina, se tortura, se miente, se engaña, se distorsiona, etc, etc.

Dichos conceptos, según nuestra opinión, son fruto de la ignorancia y acarrean la intolerancia y el dogmatismo. Así, cuando el fanático expone sus razones y argumentos y se le demuestra que está equivocado, automáticamente no admite la más mínima crítica y, por supuesto, huye de cualquier tipo de confrontación dialéctica: sigue en sus trece manteniendo su “coherencia” ( “mantengo mi coherencia”, decía un pedante marxista infumable), encerrándose en su ceguera, que no sabemos si es voluntaria o irracional.

Esta gente, como no tiene argumentos racionales, no puede convencer. Lo que hace es imponer, recurriendo a todo lo recurrible: desde el risible y pueril “más claro, el agua”, que decía el citado pedante marxista,  hasta el empleo de la fuerza, cuando el fanatismo llega a las masas, a las que se hará ver las cosas de forma dual y maniquea, y se hará ver también a las personas como buenas o malas, amigas o enemigas y fieles o traidoras. Una vez inculcado esto, se lanzan a las masas como turbinas para que cumplan el manual del “agit-prop”. Los resultados ya los sabemos.

Estos conceptos en realidad son un simplismo. Pongamos un ejemplo. Como es de sobra sabido, la izquierda siempre ha sido antisionista y antiamericana, aunque Carlos Marx haya sido judío. De ahí surge la imagen del capitalista: un señor gordo fumando un puro y con chistera o bombín con la bandera de EE.UU., o un judío desconfiado y receloso al que se le presenta contando monedas una a una. Este es el dogma de estas personas: tienen que ser antisionistas, antiamericanas, y como no, anticapitalistas, aunque vivan en lujosas mansiones, usen lujosa vestimenta y tengan enormes salarios.

Ya lo decía Voltaire: “Cuando el fanático ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”.




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