¿No hay que “recuperar la memoria histórica”
“zapateril” y la “democrática” de Su Sanchidad? Pues vayamos a ello.
Como ya hemos escrito varias veces, la apertura
parcial de los archivos de la KGB de la implosionada URSS, ha esclarecido
muchas cosas sobre episodios y acontecimientos que se han callado, omitido y
ocultado, no solamente sobre la I I República Española, sino sobre la historia
del comunismo en general. A pesar de estas evidencias, aún pululan por ahí los
fanáticos de siempre con sus patrañas y mentiras, que siguen haciendo su
historia marcada por la pasión y, en muchos casos, como diría un pedante
marxista infumable, escribiendola con “rigor científico”, creando así una
vulgata muy ad hoc con lo políticamente correcto, que niega y omite los
crímenes, asesinatos, torturas y delirios colectivos de los rojo-republicanos.
Obsérvese que hablamos de “rojo-republicanos”, no de republicanos, que no
tenían nada que ver unos con los otros.
Esta vulgata roja lo que pretendía, y pretende, es lo
de siempre: calumniar, desprestigiar y mentir sobre el adversario, a la vez que
se ocultar o minimizar las responsabilidades de la izquierda en el
desencadenamiento de nuestra contienda civil, que más bien habría que llamarla
incivil.
Como ya sabrán, Marx y Bakunin se enfrentaron por las
concepciones distintas que ambos tenían del Estado, es decir, que el comunismo
y el anarquismo no comulgaban y terminaron rompiendo en 1872. Pero como “España
es diferente”, aquí el anarquismo suscitó un entusiasmo enorme, incluso más que
el comunismo. Como prueba de ello, a primeros del siglo XX, la UGT, a la sazón
totalmente marxistizada, tenía unos 200.000 afiliados, mientras que la
anarquista CNT contaba con 700.000. Evidentemente esto no podría que traer más
que enfrentamientos por los desacuerdos y distintas concepciones de ambas
organizaciones. Por otra parte, la distribución geográfica estaba desigualmente
repartida: mientras que la CNT contaba con total mayoría en Levante, Cataluña y
Andalucía, la UGT dominaba Asturias, Vascongadas y Madrid.
Como puede verse, los partidos políticos de aquella
época contaban con unas afiliaciones
ridículas, si se las compara con las sindicales. Esta característica, de la que
nadie o casi nadie habla y comenta, tendría una influencia enorme sobre la
República española.
En honor a la verdad, hay que decir que el anarquismo
español no tenía nada que ver ni se parecía al europeo, pues enseguida cayó en
el terrorismo. La Semana Trágica de Barcelona del 26 de julio al 2 de agosto de
1909, así como el atentado contra el general Martínez Campos, o la bomba que
pusieron en el Liceo de Barcelona en 1893 causando veinte muertos, así como el
atentado contra un procesión del Corpus Cristi en 1896, o en asesinato de
Cánovas del Castillo un año después, o también el asesinato el 12 de noviembre
de 1912 del presidente del Gobierno José Canalejas a manos del anarquista
Manuel Pardiñas, corroboran esta tendencia terrorista.
Continuará.
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