Entre los últimos años del
siglo XIX y los primeros del siglo XX, aparecieron dos fuentes de energía, el
petróleo y la electricidad, que desbancarían al carbón. De esto, aún hoy,
parece que muchos no quieren reconocerlo.
El uso y el empleo de la
electricidad trajo como consecuencia, entre otras cosas, una nueva organización
empresarial pues, como es sabido, disminuyó el precio de la energía que, a su
vez, propició el aumento de la productividad.
Pero la energía eléctrica no
solamente tuvo aplicación netamente industrial, sino que tuvo su efecto y
repercusiones en las comunicaciones, en el transporte, en la iluminación y, si
nos apuramos un poco, también en el ocio. Así, ahí estaban, y están, el telégrafo,
la radio, el teléfono, el ferrocarril, el tranvía, el metro, la bombilla, el
cine y el fonógrafo, por citar los más importantes.
Por otra parte, el petróleo
comenzó a explotarse antes, concretamente en EE.UU. en 1859. Aunque en un
principio fue usado en la iluminación, muy pronto se empezó a usar en lámparas
y calefacciones, siendo el transporte el más beneficiado, al utilizarlo como
combustible.
Lo que verdaderamente
revolucionó el transporte fue el automóvil, gracias al alemán Karl Benz quien,
en 1885, inventó el primer automóvil con gasolina, el motorwagen, que alcanzó la “increíble” velocidad de 20 kms/hora.
Cinco años más tarde, en 1900, Francia y EE.UU. iniciaron la producción de
automóviles a gran escala, por iniciativa de Armand Peugeot y Henry Ford,
respectivamente.
En los primeros años del
siglo XX, también tuvo lugar el desarrollo de la aviación. Recordemos que los
hermanos Wright realizaron el primer vuelo en 1903, aunque no fue hasta 1909
cuando la aviación comenzó a ser industrial.
Los últimos años del siglo XIX, también conocieron nuevos hallazgos y
descubrimientos, tales como el vidrio, el caucho, el aluminio y los abonos
químicos, entre otros.
Todos estos descubrimientos y
nuevas tecnologías, trajeron muchas consecuencias en el mundo del trabajo,
siendo una de las principales el taylorismo,
que consiste en la producción en serie mediante grandes cadenas de montajes. De
esta forma aparecieron enormes superficies comerciales con todo tipo de
productos.
Otra consecuencia fue la
aparición de la “venta a plazos”, que casi siempre se realizaba, y se realiza,
con un préstamo bancario. Todo esto trajo, asimismo, la consecuencia más
importante a nuestro juicio: el gigantesco crecimiento del comercio
En fin, esto es la realidad.
Pero ya se sabe que siguen por ahí inmovilistas anclados en caducos
planteamientos, que quieren transmitir su “ceguera voluntaria”, que diría
Christian Jelen, a la sociedad. Para eso son ecologistas y “verdes”, oiga,
aunque para sus desplazamientos a sus mansiones y lugares de vacaciones, usan
automóviles y aviones. De patinetes, bicicletas, parapentes, embarcaciones con
remos, triciclos o carruajes tirados por caballos, o simplemente montados a
caballo, caca de la vaca flaca.
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