Como ya saben, el tema de Begoña Gómez está en el
“candelabro”, como diría un votante sociata. Como saben también, acudió al
juzgado madrileño de la Plaza de Castilla el pasado día 5 de este mes de julio.
Los delitos de los que se le acusa, como también
saben, son los de tráfico de influencias y de corrupción en negocios. Hay
pruebas e indicios de ello que distintos “mass-media” han comunicado en los
últimos tiempos, aunque el desgobierno, obviamente, se encarga de decir que no
existe caso alguno.
Las medidas que se han tomado no sabemos cómo
calificarlas, ya que esta mujer pidió que no se gravase su imagen ni para bien,
ni para mal. Además se creó un dispositivo de seguridad con furgones, un
helicóptero y varios drones, que supusieron cortes de tráfico en la Castellana
dos horas antes de su llegada al juzgado, al que accedió por el garaje. Los
periodistas fueron desplazados por la policía a una distancia de más de 30
metros del acceso, con el objeto, obviamente, de no poder hacer correctamente
su labor.
Una vez en el juzgado, dijo que desconocía los motivos
por los que estaba allí, cuando tales motivos son públicos desde hace tiempo.
Tal comportamiento no ha traído más que sombras sobre
ella misma, ya que, si las cosas no son ciertas, no siendo por tanto culpable,
¿no sería una buena ocasión para demostrar su inocencia?
En fin, en vez de estar ante un montón de fango, ¿no
estaremos ante un montón de estiércol, de boñiga, etc? Dejamos el tema porque
ya nos huele a zurrón de peregrino.
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