Como ya saben, en un verdadero Estado de Derecho,
todas las personas, instituciones, corporaciones, organismos,
colectividades, asociaciones, entidades,
etc, ya sean de carácter público o privado, e incluso el mismo Estado, tienen
que guardar las leyes que se promulguen y se redacten, teniéndose que cumplir
por igual. Obviamente tiene que haber la separación de poderes, amén de
transparencia legal. Todo esto es de cajón de madera de tabla de árbol, oiga.
Dicho lo anterior, si no existe tal Estado de Derecho,
no habrá ni libertad, ni democracia, por mucho que se hable. La demagogia, la
argucia, la logomaquia, la controversia, el absurdo, el populismo, la estafa,
la mentira, la injuria, etc, están a la orden del día por parte de Su Sanchidad
y sus “ad láteres”.
El “pueblo soberano”, ignorante y estulto, no se da
cuenta de esto, y es el culpable de la situación actual en la que estamos
inmersos, en la que no hay convivencia libre, por mucho que digan lo contrario,
y otras cosas.
En fin, la Historia ha demostrado que lo citado
anteriormente (demagogia, argucia, logomaquia, controversia, etc), no suelen
traer ventajas a sus promotores y autores. Lo peor del asunto es que dicho
“pueblo soberano” será la gran víctima.
¡Ah!, recordamos una frase de Manuel Azaña: “No me
importa que un político no sepa hablar, lo que me preocupa es que no sepa de lo
que habla”. Tome nota, Sanchidad.
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