viernes, 3 de enero de 2020

“El bulo de los caramelos envenenados” ( I I I )



Así se intitula el librito de Regina García García, Publicaciones Españolas, 1953, 31 páginas incluido Índice. Seguimos con este libro de esta señora ex marxista.

En la página 5 se lee:

“Ya puesta en marcha la J. S. U., se formaron los Grupos de Salud y Cultura, inte­grados por jóvenes de ambos sexos, que semanalmente iban en excursión a la Sierra de Guadarrama a hacer deportes.

Estos deportes consistían en el desarrollo de supuestos tácticos para la revolución comunista: organización de tumultos, asal­tos a entidades bancarias y a centros oficia­les y prácticas de tiro con armas cortas y largas, qué luego ejercitaban en las calles de la capital contra personas no afines al comunismo, aunque ya entonces la impu­nidad absoluta no cubría, como anterior­mente, a los agresores.

Había surgido un enemigo nuevo y peli­groso: la Falange Española, creada por. José Antonio Primo de Rivera, hijo del general de la Dictadura. Esta organización se presentaba con un aspecto también nue­vo en los enemigos del marxismo, alar­deando de contenido social revolucionario, muy semejante al de las J. O. N. S., crea­das por Ramiro Ledesma y Onésimo Re­dondo, pero, además, animada de un espí­ritu combativo, necesario en aquellas cir­cunstancias.

Los elementos de Falange Española pro­cedían de contingentes universitarios, prin­cipalmente hombres de formación cultu­ral, clase media y también elementos obre­ros, que con rapidez alarmante iban con­quistando a las clases menos pudientes, empleados modestos, obreros y campesi­nos, lo que no dejaba de constituir una seria preocupación para los marxistas.

Y sobre todo y lo más grave: tenían una formación y un contenido esencialmente castrense, con un espíritu de lucha indo­mable.

Contra la nueva enemiga arreciaron los ataques. Sin piedad se asesinaba a los falan­gistas donde quiera que se hallasen; pero Falange Española contestaba a la agresión con la agresión y los comunistas tuvieron que enterarse de que existía una juventud digna y valerosa que no consentía el domi­nio de los lacayos de Moscú.

Pronto tuvieron lugar choques entre am­bas fuerzas, como en el caso llamado de Merry del Val.

La policía, reacia en la investigación cuando la víctima era antimarxista, ex­tremó entonces sus pesquisas contra los «enemigos del pueblo», como calificó un sector de la prensa a los autores del tiroteo. Se identificó el coche; era el del señor Merry del Val, pero éste se encontraba de­tenido desde meses antes por desafecto al régimen y, por tanto, no podía ser de los que intervinieron en el suceso. Se hicieron numerosas detenciones, se presionó a los detenidos en los interrogatorios, y todo re­sultó vano. No se pudo averiguar quién sacó el coche de Merry del Val de su ga­raje y lo volvió a él, ni quiénes lo ocuparon la tarde de referencia.

Estas contraagresiones se repitieron. Ya no gozaban los pistoleros comunistas de inmunidad completa, aunque las autorida­des siguieran con la misma lenidad que antes. La Falange vivía y actuaba, y esto indicó a los comunistas del exterior que una fuerte reacción se incubaba en Es­paña, contra la que era necesario apresurar el ritmo revolucionario, y se procedió a la formación del Frente Popular español, con la unión de todos los partidos de izquierdas.

El cotarro político, sobreexcitado desde la abortada revolución de octubre de 1934, acusaba cada vez mayor efervescencia. Cada día surgían nuevos problemas y ren­cillas nuevas, a las que no se hallaba solu­ción, porque 'gobernantes y gobernados ha­bían perdido todo sentido de autoridad. El Presidente de la República, Alcalá Zamora, no vio otra salida a la difícil situación que la disolución de las Cortes, usando la prerro­gativa presidencial que le permitía hacerlo dos veces durante su mandato, y las Cortes fueron disueltas en enero de 1936”.

Continuará.




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