Acostumbramos a
llamar político a aquello que, directa o indirectamente está relacionado con
asuntos estatales, actividades gubernamentales, partidos y elecciones, el bien
común, etc, de carácter público. Es cierto que el interés de alguien en curar, por
ejemplo, la gripe o en evitar que sus hijos la adquieran, no es un interés
político, aun cuando el Estado se interese especialmente en combatir esta
enfermedad con medios públicos, siguiendo, por tanto, una política anti-gripal.
Supongamos que
ese alguien concede su voto a los socialistas (en su calidad de oponentes a los
conservadores) porque le parece más probable que un gobierno socialista funde
instituciones anti-gripales con mucha mayor prodigalidad que otro conservador,
cosa que considera peculiarmente ventajosa para él y para su familia. En este
caso le podemos atribuir un interés político indirecto, pero determinado. Nos
encontramos ante un caso de concepción privada de un interés político.
Ahora supongamos que otra persona vota por los
conservadores en la creencia de que es más probable que un gobierno conservador
emplee grandes sumas en materia de defensa para evitar una invasión extranjera,
cosa que teme como la mayor de las calamidades personales. Sin embargo, este
pensamiento implica necesariamente un interés común, a todos o a la mayoría de
los habitantes de la nación, constituyendo "a priori" un tema
público.
Preguntamos,
¿cuál es el voto correcto ?
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