jueves, 15 de febrero de 2018

Repartir la riqueza ( y I I )



Por lógica y por evidencia, un país que es rico no puede ser pobre. O lo que es lo mismo: la riqueza no puede generar pobreza. Y decimos esto porque si se crea riqueza a base del trabajo y esfuerzo de cada uno, esto no puede producir ningún desastre económico. 


Quien produce este desastre es la casta política que, atrincherada y protegida cómodamente por las anchas alas del Estado, nos bombardea con el cuento de siempre: la distribución o redistribución de esa riqueza, con lo que en la mayoría de los casos lo único que se hace es quitar ahorros y bienes a las personas. Y si nos apuramos un poco también se les quita hasta  la libertad. Y con todo esto lo que se consigue es ir a pique. De esto sabe mucho Zapatero y su “complexo”, que dejó a España en la ruina.


La riqueza se produce por el libre y voluntario intercambio de mercancías. En todo país normalmente constituido lo que verdaderamente genera prosperidad y bienestar es este intercambio, que es el que colma y satisface las preferencias y necesidades de la población. Lo demás es cuento y demagogia.


Unas de las bases de dicho intercambio son, entre otras,  el respeto y la promoción de la propiedad privada, lo contrario del sistema socialista. 


Cuando a finales de 1.939 y principios de 1.940, miles de soldados polacos cruzaron la frontera soviética, totalmente engañados porque se les decía que iban al paraíso comunista, cuando en realidad se les conducía a “campos de prisioneros soviéticos controlados por la NKVD”, luego KGB,  al ver las granjas colectivas soviéticas, “sacudían la cabeza con disgusto ante el desorden y la dejadez que veían” ( I ). Es decir, a pesar de la machacona propaganda comunista, ya se veía por aquel entonces, aunque se ocultaba, que lo colectivo no funcionaba, ni funciona, porque cuando se anula el derecho a la propiedad, y el Estado actúa e interviene de forma totalmente abusiva y arbitraria en la economía, lo que sucede ya está sobradamente comprobado: miseria y más miseria. Los chinos se han dado cuenta de ello y, aunque su sistema aún deja mucho que desear, han legalizado la propiedad privada que, digámoslo de una vez, será como un carcoma para el sistema, que terminará derrumbándose como la antigua URSS, aunque quizá tarde un poco más.


( I ).- “Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin”, páginas 159 y 160, autor Timothy Snyder, Editorial “Galaxia Gutember”, 2.011, 620 páginas, libro comentado en este blog en abril de 2.017.



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