lunes, 8 de febrero de 2021

Jugando a legislar


 

Caros juguetes para España.

Acabo de leer en ABC un estupendo, certero y atinado artículo de Carlos Herrera que me trae a la mente algo que yo había escrito no hace mucho tiempo sobre la conversión de España en un juguete en manos de tantos ignorantes, indocumentados e incompetentes que se creen el ombligo del mundo (nunca pensé que el mundo pudiera tener tantos ombligos) y que, una vez, subidos al poder gracias a una torcida consecuencia de la democracia, se creen en el derecho de dar rienda suelta a todas sus absurdas, estúpidas, innecesaria y nocivas (no vamos a andarnos con eufemismos) ideas que de consolidarse, van a conseguir poner patas arriba toda la concepción de la sociedad, sus deberes, derechos y logros en un intento de tergiversar, contravenir y enredar lo que hasta ahora entraba dentro de lo que llamamos ley natural que es ni menos ni más que la concepción y desarrollo del mundo y los seres vivientes dentro de un orden conformado por la más natural de las leyes.

 Primero se trató de la igualdad de géneros, algo que podría considerarse lógico y conveniente tratándose de igualdad de oportunidades, igualdad de emolumentos, etc. pero nunca una pretendida igualdad de sexo, de persona, de individuo, lo que traería consecuentemente, en fin, la anulación de los conceptos varón-hembra, hombre-mujer, caballero-señora y que repercutiría sin duda, en los significados de marido-esposa y padre-madre.

 Hemos de tener en cuenta ante todo, que el borrador de la proposición que se ha dado a conocer se refiere, en principio, únicamente a las personas trans pero de ahí a generalizar y complicar, va solo un paso. Y es que ahora parece que dicha propuesta pretende establecer por ley que, a partir de los dieciséis años (edad elegida supongo tras sesudos y profundísimos estudios sobre el desarrollo humano), cada persona tiene derecho a elegir (¿?) su sexo, acudiendo al Registro Civil con toda libertad para cambiar datos, según su parecer o estado de ánimo. Así de fácil, saltando, en cuanto a la persona solicitante para un cambio de género registral, la necesidad de un diagnóstico médico o psicológico que certifique una disforia de género y el hecho de haber sido tratada médicamente al menos durante dos años para acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado. Con lo dicho no hago más que reproducir literalmente palabras de la Ley de 2007, eludiendo alguna excepción que no viene al caso, pues como en otras ocasiones yo no quisiera emitir sentencias en asuntos que ni son de mi incumbencia, ni mis conocimientos sobre ellos van más allá de lo que me puede dictar lo que considero lógica o sentido común. Esos límites tengo pero no se me escapa que el asunto es mucho más complicado y transcendente como para tratarlo con la ligereza que parece se está haciendo y por personas que no son por cierto especialistas en la materia ni presentan suficientes y sólidas razones basadas en suficientes y sólidos estudios. Se trata simplemente de legislar “contra” en vez de “a favor”, costumbre ampliamente extendida.

 La futura puesta en vigor de esta ley, cuyo borrador ya está acarreando lógicas desavenencias (véase hoy también la intervención de Carmen Calvo) conduciría a situaciones tan inverosímiles como ridículas, como apunta con sorna en su artículo el popular y gran periodista citado al principio, en el que alude también a caprichitos y juguetes, origen de casos esperpénticos.

 Para terminar, yo recordaría lo que en su día Galdós escribió sobre Isabel II, España y su reinado: “excesivo peso para tan dulces manos”, aplicándolo en este caso a los “juguetones” aficionados a científicos y legisladores: España y su gobierno, “excesivo peso para tan torpes manos” y añadiríamos: “para tan romos intelectos”.

 Francisco Alonso-Graña del Valle

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