Caros
juguetes para España.
Acabo
de leer en ABC un estupendo, certero y atinado artículo de Carlos Herrera que
me trae a la mente algo que yo había escrito no hace mucho tiempo sobre la
conversión de España en un juguete en manos de tantos ignorantes,
indocumentados e incompetentes que se creen el ombligo del mundo (nunca pensé
que el mundo pudiera tener tantos ombligos) y que, una vez, subidos al poder
gracias a una torcida consecuencia de la democracia, se creen en el derecho de
dar rienda suelta a todas sus absurdas, estúpidas, innecesaria y nocivas (no
vamos a andarnos con eufemismos) ideas que de consolidarse, van a conseguir
poner patas arriba toda la concepción de la sociedad, sus deberes, derechos y
logros en un intento de tergiversar, contravenir y enredar lo que hasta ahora entraba
dentro de lo que llamamos ley natural que es ni menos ni más que la concepción
y desarrollo del mundo y los seres vivientes dentro de un orden conformado por
la más natural de las leyes.
Primero
se trató de la igualdad de géneros, algo que podría considerarse lógico y
conveniente tratándose de igualdad de oportunidades, igualdad de emolumentos,
etc. pero nunca una pretendida igualdad de sexo, de persona, de individuo, lo
que traería consecuentemente, en fin, la anulación de los conceptos varón-hembra,
hombre-mujer, caballero-señora y que repercutiría sin duda, en los significados
de marido-esposa y padre-madre.
Hemos
de tener en cuenta ante todo, que el borrador de la proposición que se ha dado
a conocer se refiere, en principio, únicamente a las personas trans pero de ahí
a generalizar y complicar, va solo un paso. Y es que ahora parece que dicha
propuesta pretende establecer por ley que, a partir de los dieciséis años (edad
elegida supongo tras sesudos y profundísimos estudios sobre el desarrollo humano),
cada persona tiene derecho a elegir (¿?) su sexo, acudiendo al Registro Civil
con toda libertad para cambiar datos, según su parecer o estado de ánimo. Así
de fácil, saltando, en cuanto a la persona solicitante para un cambio de género
registral, la necesidad de un diagnóstico médico o psicológico que certifique
una disforia de género y el hecho de haber sido tratada médicamente al menos
durante dos años para acomodar sus características físicas a las
correspondientes al sexo reclamado. Con lo dicho no hago más que reproducir
literalmente palabras de la Ley de 2007, eludiendo alguna excepción que no
viene al caso, pues como en otras ocasiones yo no quisiera emitir sentencias en
asuntos que ni son de mi incumbencia, ni mis conocimientos sobre ellos van más
allá de lo que me puede dictar lo que considero lógica o sentido común. Esos
límites tengo pero no se me escapa que el asunto es mucho más complicado y
transcendente como para tratarlo con la ligereza que parece se está haciendo y
por personas que no son por cierto especialistas en la materia ni presentan
suficientes y sólidas razones basadas en suficientes y sólidos estudios. Se
trata simplemente de legislar “contra” en vez de “a favor”, costumbre
ampliamente extendida.
La
futura puesta en vigor de esta ley, cuyo borrador ya está acarreando lógicas
desavenencias (véase hoy también la intervención de Carmen Calvo) conduciría a
situaciones tan inverosímiles como ridículas, como apunta con sorna en su
artículo el popular y gran periodista citado al principio, en el que alude
también a caprichitos y juguetes, origen de casos esperpénticos.
Para
terminar, yo recordaría lo que en su día Galdós escribió sobre Isabel II,
España y su reinado: “excesivo peso para tan dulces manos”, aplicándolo en este
caso a los “juguetones” aficionados a científicos y legisladores: España y su
gobierno, “excesivo peso para tan torpes manos” y añadiríamos: “para tan romos
intelectos”.
Francisco
Alonso-Graña del Valle
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