Tras el resultado, para mi gusto bastante cantado,
de las elecciones catalanas, me vienen a la memoria, con respecto al PP y sus
cifras, en primer lugar, uno de mis primeros artículos titulado “Suicidio
político “ escrito hace ya bastantes años sobre la aparición del partido Foro
Asturias en el panorama político de nuestra autonomía y otros dos, más
recientes en relación a la lamentable postura de dicho partido en la infausta
jornada de la moción de censura presentada por VOX contra Pedro Sánchez y su
gobierno: “Suicidiofilia..” y “Oportunismo miserable”.
He de confesar en primer lugar que fui de los que se
alegraron con la elección de Pablo Casado como presidente del partido tras su
confrontación con Soraya Sainz de Santamaría. Vi en él un hombre joven con
buenas condiciones para desempeñar el cargo, decidido, bien preparado, buen
dialéctico y adecuado para afrontar la difícil situación política establecida
tras la afortunada desaparición del tristemente recordado Mariano Rajoy.
Y no fueron malos sus principios, realizando
oportunos cambios en la estructura interna del partido, desprendiéndose de
algunos pesos molestos y con buenas intenciones, reflejadas en buenas
intervenciones públicas.
Pero y, hablo siempre según mi modo de ver, llegó el
día nefasto a que ya he aludido y que fue la jornada de la moción de censura
también citada. Yo no sé, no pude ni puedo entender lo que pasó por su mente
para elegir la forma y el fondo de su intervención en dicho día. A nadie se le
escapa la importancia de aquel momento de esperanzadoras expectativas. Había
llegado una ocasión propicia para unir fuerzas y plantar cara a un gobierno
cuya actuación no era precisamente del agrado de gran cantidad de ciudadanos
votantes. Se adivinaba un resultado de la moción poco propicio pues los números
y las elementales operaciones de suma y resta reflejaban, inexorablemente, una
derrota de la iniciativa. Pero en política, aunque a veces prima la prudencia y
el frío cálculo, siempre es muy positiva la valentía, aún cuando pueda conducir
a un fracaso, ya que éste puede ser pasajero y constituir la siembra para
cosechas más favorables. El testimonio de valor y audacia nunca será estéril y
los ciudadanos sabemos y solemos considerarlo y retenerlo en la memoria.
VOX, en un acto sereno y valiente se arriesgó al
fracaso, pero dio y plantó cara a la situación que realmente era muy adversa.
Dio voz a mucho descontento, exponiendo claramente las razones de su decisión.
En dos palabras: habló alto, claro y en público.
No hizo así por contra el PP y, aunque una
abstención podría resultar hasta prudente y comprensible, creo que nadie de su
ideología y con mínima intuición sobre la situación política, se esperaba una
intervención tan desafortunada de su líder, que (creemos por su propia y
personal voluntad), no solo proclamó tajantemente su rechazo a la iniciativa
que se juzgaba sino que aprovechó el momento con absoluta extemporaneidad para
lanzar un tan furibundo, mezquino y desaforado ataque al partido que presentaba
la moción y en especial a su líder, que constituyó la mayor sorpresa de la que,
al final resultó fatídica jornada.
En mis artículos citados lo comentaba: Casado no fue
consciente de la transcendencia de su postura imperdonable. Yo le auguré una
más que posible pérdida de votos en el futuro. Ayer, 14 de Febrero, en
Cataluña, aunque quizá no muy significativa, hemos visto la primera muestra.
Bien sabe Dios que no deseo fracasos al PP pero por
desgracia hoy contemplo un partido con el rumbo perdido, sin ideología sólida,
con un líder errático y extraviado y por consecuencia con una necesidad, una
vez más, de un cambio radical hacia posturas menos ambiguas y hacia un conocimiento
claro de quiénes deben ser o son sus
amigos y quiénes sus enemigos. Y termino, aconsejando con delicadeza: ¡cuidado
con los autodisparos en la sien!
Francisco Alonso-Graña del Valle.
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