Sí, ya se acabó la fiesta electoral en Catalonia.
Dados los resultados, y dado también el carácter híbrido, diverso, múltiple,
etc, de las “formaciones políticas”, creemos que no vendrán buenos tiempos para
que dichas “formaciones” se entiendan y persigan el bien de España. Por lo
tanto, empezará otro período estatal gubernativo totalmente incierto e inseguro
que, como ya supondrán, traerá todo tipo de tramas y maquinaciones por parte de
estos “representantes del pueblo soberano”, cuyo pelaje todos conocemos.
La situación actual es preocupante ya que, si los
ardides, tretas y artimañas del “doctor” llegan a consumarse, nos encontraremos
con la cama de Procusto, falacia que trata de deformar la realidad para que los
hechos y los datos se adapten a teorías e hipótesis fracasadas e irreales.
Como ya sabrán, ERC durante la campaña dijo que no
habría acuerdo con los socialistas. No obstante, Salvador Illa, candidato del
PSC, como ya saben, manifestó anoche que quería presentarse a la investidura,
pese a no tener los suficientes apoyos, a pesar de lo cual dijo que “el
cambio en Cataluña no tiene marcha atrás”. Probablemente no sepa la que le
espera.
Hace casi 100 años, Leopoldo Alas “Clarín” al
referirse al regionalismo lo calificaba como “ese fanatismo de campanario”,
“ese espíritu de clan”, de tribu”, “el salto atrás de la
civilización”, “la vuelta al feudalismo”.
“Hay que tener cuidado con cierta clase de
regionalistas que en Cataluña, como en Galicia, como en Asturias trabajan pro
domo sua (a favor de su casa); aspiran al provincionalismo para ser cabeza
de ratón, notabilidades de treinta leguas a la redonda”
Nota.-
Procusto era un bandido hijo de Poseidón, que ponía en una cama de
hierro a sus víctimas. Si la víctima, por su estatura, sobresalía de la largura
de la cama, le cortaba las piernas para así ajustarla a la cama. Si, por el
contrario, su estatura era más pequeña, se las alargaba estirándolas hasta
coincidir con la longitud de dicha cama. En ambos casos, las víctimas perecían.
Murió a manos de Hércules en el mismo suplicio. El que quiera entender,
que entienda.
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