Ya hemos hablado varias veces
sobre el asunto de las elecciones, votaciones, campañas electorales y demás.
Las campañas pre-electorales,
como ya saben, son muy costosas con todos sus fastos, festivales, boatos,
ostentaciones y parafernalias, para terminar con el no menos costoso período
post-electoral.
A la casta política, en la
que hay mucho cenutrio, le importa un bledo, dos cominos y tres dídimos la
descomunal crisis económica en la que estamos inmersos. Se gastan millones y
millones en las citadas campañas y luego se lavan las manos como Poncios
políticos.
Obviamente, los partidos que
son los que montan todo el tinglado, transmitirán a todo el electorado sus
mejoras, con su “fe democrática”, su “civismo”, sus promesas, etc, etc. Pero en
el fondo lo que subyace es el poder, el momio, la sinecura, la poltrona y el
dinero. Sobre esto mienten y niegan, aunque siempre habrá el “fiel electorado”
que está dispuesto a pagar para que le engañen por enésima vez. Es la
“contienda cívica”, oiga.
De lo que se trata es hacer
política electoralista, y no verdadera política. El espectáculo es lo que
importa. Es como si fuese un carnaval con sus correspondientes disfraces,
bailes y gritos. Y para más aturdimiento del “pueblo soberano”, estulto e ignorante,
se mezclan conceptos tales como gobierno y estado, política y religión y, si
nos apuramos un poco, hasta cuerpo y alma… El caso es embarullar y montar un
auténtico galimatías para que los conceptos mencionados pierdan su verdadero
sentido y exactitud. Para ello cuentan con todos los medios de propaganda,
difusión, transmisión y enseñanza.
En fin, el resultado de todo
esto ya lo sabemos: un país dividido, descoyuntado, roto, resquebrajado, sin
cultura, sin moral y, sobre todo, sin políticos.
España tendrá un futuro muy
negro si seguimos empecinados y obstinados en alimentarnos de cosas necias, de
mentiras, de utopías, de populismos, de demagogias, de logomaquias y de estafas
parlanchinas. Y si seguimos haciendo caso a las polvaredas que se levantan, que
en el fondo no son nada más que cortinas de humo, el panorama del futuro es
desolador. Pero, oiga, “España es diferente”.
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