El 19 de marzo de 1.945, desde
Lausanne, donde residía, Juan de Borbón, abuelo de Felipe VI “El endilgado”, y
padre de Juan Carlos I “El atornillado patrón del Bribón”, escribía la
siguiente carta a los españoles. Como podrán observar, sandeces y majaderías
por doquier que pocos creerán.
Nos llama la atención cuando
habla de Alfonso XIII, su padre, «el
generoso sacrificio del Rey de abandonar el territorio nacional para evitar el
derramamiento de sangre española resultó inútil». Esto es de risa: lo que
tenía que haber hecho era renunciar a la corona y que la monarquía
desapareciese, quedándose en España, y no huyendo a la Italia de Mussolini, con
un sistema totalitario al que se critica en esta carta. Lean la carta :
« ESPAÑOLES :
Conozco vuestra dolorosa desilusión
y comparto vuestros temores. Acaso lo sienta más en carne viva que vosotros, ya
que, en el libre ambiente de esta atalaya centroeuropea, donde la voluntad
de Dios me ha situado, no pesan sobre mi espíritu ni vendas ni mordazas. A
diario puedo escuchar y meditar lo que se dice sobre España.
Desde abril de 1931 en que el Rey mi Padre suspendió sus regias prerrogativas, ha pasado España por
uno de los períodos más trágicos de su historia. Durante los cinco años de
República, el estado de inseguridad y anarquía creado por innumerables
atentados, huelgas y desórdenes de toda especie, desembocó en la guerra civil
que, por tres años, asoló y en-sangrentó la Patria. El generoso sacrificio del
Rey de abandonar el territorio nacional para evitar el derramamiento de sangre
española resultó inútil.
Hoy, pasados seis años desde que finalizó la guerra civil, el régimen implantado por el
general Franco, inspirado desde el principio en los sistemas totalitarios de
las Potencias del Eje, tan contrario al carácter y a la tradición de nuestro
pueblo, es fundamentalmente incompatible con las circunstancias que la guerra
presente está creando en el mundo. La política exterior seguida por el régimen
compromete también el porvenir de la nación.
Corre España riesgo de verse arrastrada a una nueva lucha
fratricida y de encontrarse totalmente aislada del mundo. El régimen actual, por muchos que sean sus esfuerzos
para adaptarse a la nueva situación, provoca este doble peligro, y una nueva
República, por moderada que fuera en sus comienzos e intenciones, no tardaría
en desplazarse hacia uno de los extremos, reforzando así al otro, para terminar
en una nueva guerra civil.
Sólo la Monarquía Tradicional puede ser
instrumenta de paz y de concordia para reconciliar a los españoles; sólo ella
puede obtener el respeto en el exterior, mediante un efectivo Estado de
Derecho, y realizar una armoniosa síntesis del orden y de la libertad en que se
basa la concepción cristiana del Estado. Millones de españoles de las más variadas
ideologías, convencidos de esta verdad, ven en la Monarquía la única Institución
salvadora.
Desde que por renuncia y subsiguiente muerte del Rey Don Alfonso
XIII en 1941 asumí los deberes y derechos a
la Corona de España, mostré mi disconformidad con
la política interior y exterior seguida por el general Franco. En cartas
dirigidas a él y a mi representante hice constar mi insolidaridad con el
régimen que representaba y por dos veces, en declaraciones a la Prensa, manifesté
cuán contraria era mi posición en muy fundamentales cuestiones.
Por estas razones, me resuelvo, para descargar mi conciencia del
agobio cada día más apremiante de la responsabilidad que me incumbe, a levantar
mi voz y requerir solemnemente al
general Franco para que, reconociendo su fracaso de concepción totalitaria del
Estado, abandone el poder y dé libre paso a la restauración del régimen
tradicional de España, único capaz de garantizar la Religión, el Orden y la
Libertad.
Bajo la Monarquía - reconciliación, justiciera y tolerante -
caben cuantas reformas demande el interés de la nación. Primordiales tareas
serán: aprobación inmediata, por votación popular, de una Constitución
política, reconocimiento de todos los derechos inherentes a la persona humana y
garantía de las libertades políticas correspondientes; establecimiento de una
Asamblea Legislativa elegida por la Nación; reconocimiento de la diversidad
regional; amplia amnistía política; una más justa
distribución de la riqueza y la supresión de injustos
contrastes sociales contra los cuales no solo claman los preceptos del
cristianismo, sino que están en flagrante y peligrosísima contradicción con
los signos político-económicos de nuestro tiempo.
No levanto bandera de rebeldía ni incito a nadie a la sedición, pero quiero recordar a quienes apoyan el
actual régimen la inmensa responsabilidad en que incurren contribuyendo a
prolongar una situación que está en trance de llevar al país a una irreparable
catástrofe.
Fuerte en mi confianza en Dios y en mis derechos y deberes
imprescriptibles, espero el momento en que pueda realizar mi mayor anhelo: la
Paz y concordia de todos los españoles.
¡Viva España!»
Como dato curioso, diremos que la Gaceta
de Madrid (Boletín Oficial del Estado de aquellos años), publicaba el 26 de
noviembre de 1.931 una orden de las Cortes Constituyentes, firmada por Azaña,
que culpaba de alta traición a Alfonso XIII, le retiraba todos sus derechos y
autorizaba a cualquier ciudadano a capturarlo si entraba en España.
Añadiremos también que el mentado Juan de
Borbón decidió voluntariamente alistarse en el bando nacional, junto con su
hermano Jaime. El asunto no se materializó porque Franco no lo permitió.
Nota.- Lo destacado en rojo es nuestro ¿Paz y concordia entre los españoles? ¿Cuántas veces
fue derramada sangre española por los mangoneos y enfrentamientos dinásticos?
¿A qué clase de concepción cristina se referirá
este su jeto? ¿A la que tienen su hijo atornillado y su nieto endilgado? En
cuanto a la justa retribución de la riqueza, ¿se
referirá a los 680.000 € “destinados a los salarios de los miembros de la
Familia Real”? (Fuente: https://www.moncloa.com/2020/09/20/bebe-casa-real-sueldos-felipe-vi-letizia-otros/) ¿O se referirá también a los
tinglados dinerarios del atornillado patrón del Bribón?
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