sábado, 2 de octubre de 2021

Dogmas, mitos y fantasías


 Como ya saben, la Historia de la Humanidad está llena de dogmas, mitos y fantasías, sobre todo en el terreno político. Nuestras afirmaciones, nuestros saberes, etc, muchas veces están en contra de la realidad. Incluso carecemos del suficiente conocimiento que nos explique la razón de nuestra existencia, a pesar de que hay algunos que intentan expedir certificados intelectuales con una serie de teorías que científicamente no están probadas. Las preguntas de ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos? siguen sin respuesta científica. La religión cristiana es la única que explica y responde a las preguntas anteriores. Pero, claro, al hablarles de religión a estas personas de la “hybris intelectualista”, que presumen de tener una visión privilegiada sobre el mundo, se ponen catatónicas. En un intento de responder a estas preguntas, muchas personas, “personos” y “persones”, con su orgullo y altivez, han recurrido, y recurren, al mito y a la fantasía, creando dogmas basados muchas veces en mentiras.

Repetir una mentira para convertirse en verdad es una táctica muy vieja empleada por los regímenes totalitarios marxistas y fascistas y que actualmente sigue en vigor. Con los poderosos “mass-media” de ahora, la manipulación de las palabras y el lenguaje ha llegado a tal extremo, que cosas vanas y fútiles nos las quieren vender como importantes. Sin embargo, cosas de verdadera enjundia, como por ejemplo la razón de por qué existimos, casi nadie intenta explicarlas. Las “mentes pensantes” del poder son las que deciden, ya que se creen que poseen el “conocimiento total” y tales cosas no deben tratarse.

Está claro que los temas trascendentes no interesan. O mejor dicho: alguien y algunos no quieren que interesen. El famoso y poderoso Principio de la Vulgarización de Goebbels, ministro de Educación Popular y Propaganda de Hitler, es el que impera: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

¡Quién le iba a decir a su “Sanchidad” que usaría un principio fascista!



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