domingo, 29 de diciembre de 2019

“El bulo de los caramelos envenenados” ( I I )




Así se intitula el librito de Regina García García, Publicaciones Españolas, 1953, 31 páginas incluido Índice.

Y seguimos con este magnífico libro de la ex marxista Regina García que, como decíamos en la primera entrega, se dio cuenta del engaño del comunismo, escribiendo los libros  “Yo he sido marxista. El cómo y el por qué de una conversión”, Editora Nacional 1952, 428 páginas incluido Índice, y “El bulo de los caramelos envenenados”.  Vamos a transcribir en una serie de entregas lo que nos dice esta señora en este libro.

En la página 4 se lee:


GESTACIÓN   SUBVERSIVA

El día 23 de julio de 1935 se celebró en Moscú el VII Congreso Internacional Co­munista, cuyo secretario general era Dimi­trov, el búlgaro acogido paternalmente por la U. R. S. S. a raíz del proceso por el in­cendio del Reichstag, del que había sido acusado, aunque no se le pudieron probar los hechos.

El Congreso reconoció que urgía al co­munismo la bolchevización europea, para oponerla al progreso de los sistemas tota­litarios, triunfantes en el centro de Europa, y se convino en adoptar medidas sagaces encaminadas a esta finalidad.

En este Congreso, y en ninguno de los seis puntos que constaba su orden del día, se trató ni hubo alusiones a las juventu­des. No obstante, Dimitrov les dedicó, en el capítulo II de su informe («El frente único de la clase obrera contra el fascis­mo»), un apartado —el número 8— titu­lado «El frente único y las juventudes», dando instrucciones para la infiltración de éstas en otros partidos y organizaciones. Ercoli, en su informe («La preparación de la guerra mundial por los imperialistas y las tareas de la Internacional comunista»), trató de la incorporación juvenil al movi­miento comunista.

Puede decirse que en este Congreso nace un «movimiento», que es el Frente Popu­lar. En él, los marxistas no se reservaron la dirección, sino que por su estrategia —caso español— supieron de sus «compa­ñeros de viaje».

En todas partes se procedería a la eli­minación de aquellos elementos que cons­tituyeran una rémora para la revolución proletaria, y, por último, se hizo cuestión primordial que de la labor realizada en cada país se tendría al tanto al Presidium del Comité Supremo, para que éste determinase el momento de producir la insurrec­ción armada de las masas, según el plan de Bujarín, y el asalto al Poder.

Todos los asistentes al Congreso mos­traron especial interés por los asuntos de España, donde ya se habían invertido buen número de millones de rublos, y urgía des­arrollar en este país, preferentemente, los planes trazados.

Sobre España informó Ventura, dele­gado del Congreso, por el Partido Comu­nista. En él estuvieron presentes José Díaz y la Ibarruri, aquél bien ajeno a que pa­sados unos años habría de poner punto final a sus errores y desengaños políticos arrojándose desde la alta ventana de un hotel de Moscú.

Oídos estos informes, después de dete­nido estudio y amplia discusión, se dieron consignas especiales a los comunistas es­pañoles, que José Díaz se encargaría de transmitir, y quedaron nombrados los en­cargados de velar por la iniciación y buena marcha de la revolución proletaria en Es­paña. Fueron éstos Losowsky, Primakoff y Bela Kum, quienes deberían estar siempre al habla con José Díaz y demás dirigentes del país «protegido».

Las juventudes comunistas y las socia­listas no se unieron por las orientaciones de Moscú después del VII Congreso; fue en julio de 1934 cuando celebraron la pri­mera reunión conjunta las directivas de ambas y discutieron las bases de la fusión, interrumpiéndose las negociaciones por los sucesos de octubre. Todo se hacía conforme a las consignas del VI Congreso de la Konsomol (Internacional Juvenil Comunista). En marzo de 1936 acudieron a Moscú dele­gados de ambas juventudes y con Manuilski y Dimitrov establecieron los fundamentos del «Pacto», que dio lugar a la fundación, en abril de 1936, de la J. S. U.”

Continuará.



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