domingo, 22 de octubre de 2017

Comunismo: quimera y mentira ( I I )


Una vez  celebrada la  III Internacional, y con motivo de establecer diferencias con los partidos socialistas nacionales, a los que se les calificaba como “social-traidores”, los bolcheviques se autodenominaron comunistas, a la vieja usanza.


Esta denominación, propia de Marx, era necesaria, ya que buscaba la solidaridad internacional con el objeto de conseguir la “emancipación” de la clase obrera.

En la citada III Internacional los bolcheviques se jactaban de que ellos interpretaban correctamente la doctrina marxista que, según decían, había sido corrompida por erróneas interpretaciones del capitalismo.

Al mismo tiempo,  dicha III Internacional, o Komintern, celebrada en 1918, aprobó las tesis de Lenin sobre la dictadura, manifestando y declarando que la unión de los “soviets” era el estandarte y la antorcha de la revolución social en el mundo. Dicha revolución consistía en aquellos momentos en el enfrentamiento entre Oriente y Europa.  Para ello recurrirían a todo lo que fuera necesario: desde las guerras de religión, pasando por sembrar el odio y el descontento entre los trabajadores, hasta ir minando y combatiendo las costumbres occidentales, ya fueran de orden jurídico, político o moral.

Como sabrán, el judío Marx predicaba que los trabajadores se emanciparían sólo y únicamente con su esfuerzo, siendo indispensable para logar este objetivo, la “lucha de clases”, con lo que se conseguiría, entre otras cosas, el establecimiento de los mismos derechos y obligaciones, y “el porvenir radiante de la Humanidad”.

Como base de su doctrina, Marx sostenía la interpretación materialista de la Historia, de tal modo que todo adelanto es una consecuencia de las condiciones económicas y de la mentada lucha de clases.

Al mismo tiempo, Marx sostenía también que tanto la moral, como la filosofía, la religión, el derecho, el arte, etc, estaban condicionados o sujetos a la producción económica. Es decir: todo el acontecer humano tiene su explicación, simple y llanamente,  en el factor económico. 

Continuaba Marx diciendo que en la primera época o período del comunismo, la distribución de los bienes que se fuesen obteniendo, sería proporcional al trabajo de cada cual, según las actas o certificados que expidiese el partido oficialmente. En el fondo esto quiere decir que dicha distribución no sería igual, ya que la capacidad, habilidad, eficacia, etc, en el trabajo, no es la misma en todas las personas.

Sin embargo, en la etapa final del comunismo, en la que el nivel tanto cultural como físico habría llegado a su perfecto desarrollo, se tendrá en cuenta no el trabajo que se haya hecho o desarrollado, sino las necesidades de cada cual. Y esto llevará al “hombre nuevo”, el cual percibirá solamente lo que le sea indispensable.

Continuará.



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