Marxismo: praxis y dialéctica.
Como decíamos en la anterior entrega, en esta última veremos someramente la ignorancia que tenía Marx sobre la producción, por mucho que hable de ella en su doctrina.
Como es lógico, cualquier producto fabricado no se puede vender por el mero hecho de haber sido hecho con el esfuerzo del trabajo. Hay otros trabajos indispensables para que el producto llegue al mercado y pueda venderse. Así, por ejemplo, hacen falta máquinas y otras muchas cosas, tales como clientes, proveedores, suministradores, transportistas, propaganda, etc.
Como se puede colegir, el precio de un producto tendrá ser el que permita remunerar a todos los componentes e integrantes que intervinieron, de una forma u otra, en la producción. También hay que tener en cuenta que el precio debe contemplar los gastos generales, es decir, agua, gas, electricidad, seguros, etc, etc.
Por otra parte, los beneficios o ganancias de una empresa que presente sus productos en un sistema de competencia para beneficiar al consumidor, indicarán la aceptación por parte del mercado, y no una “explotación”, como dicen los fanáticos marxistas. Si los productos tienen una calidad y un precio aceptable y asumible por el consumidor, el asunto quedará resuelto.
Pero, claro, lo de siempre: los pobres existen porque hay ricos. Sin embargo, el judío Marx no comprendió que para salir de la pobreza lo que hay que hacer es crear empresas para que haya puestos de trabajo. Pero, claro, pedir esto a los marxistas es como pedir “peras al horno”, que diría un sociata.
En fin, a pesar de lo que hemos expuesto en estas seis entregas, aún siguen pululando por ahí “políticos” que pregonan a los cuatro vientos las ideas de Marx, ideas que no resisten el más sincero, puro y mínimo análisis, que sólo han servido para extender mentiras, odios, crímenes, asesinatos, hambrunas, amén de usar la bota, el bozal y el grillete, y el oir, ver y callar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario