jueves, 5 de octubre de 2017

Luctuosa efeméride: 1917-2017. La revolución bolchevique ( I I )


La situación anterior a la revolución rusa era, en líneas generales, la que esbozaremos a continuación.


El comienzo de la Gran Guerra, como ya es sabido, empezó con el enfrentamiento entre el Imperio Austrohúngaro y Serbia, por el asesinato del heredero de dicho imperio, Francisco Fernando, a manos de un joven estudiante nacionalista serbio que, dicho sea de paso, también asesinó a la esposa del heredero, Sofia. Rusia, que se consideraba protectora de los países eslavos, se unió al conflicto. El 1 de agosto de 1.914, los imperios Austrohúngaro y Alemán, declaraban la guerra a Rusia. Comenzaba así la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra, en la que intervinieron 32 países, de los que 28 eran llamados “Aliados”, y los otros cuatro eran  las “Potencias centrales”, es decir, los Imperios Austrohúngaro, Alemán y Otomano, acompañados por Bulgaria.

Ante esta declaración de guerra, la nación rusa se puso al lado del zar. Por toda la Europa beligerante afloró el fervor patriótico, incluso en los partidos socialistas. El mismo Trotski decía que predicar la derrota de Rusia no llevaba a ninguna parte, porque ello supondría la victoria de la “Alemania reaccionaria”. Incluso el mismísimo Plejanov manifestó su deseo de defender a la patria. 

Pero hubo una excepción que no se sumó a este fervor: el partido bolchevique controlado por Lenin, para unos un genio y para otros la maldición del siglo XX. Este criminal y siniestro personaje (Máximo Gorki, su amigo y protector, diría de él “no es un mago omnipotente, sino un prestidigitador de sangre fría que no perdona ni el honor ni la vida de los proletarios”. Víctor Chernov, dirigente de los socialistas revolucionarios, diría también de él “no valoraba la búsqueda creativa de la verdad, no respetaba las convicciones de los demás, ni era sensible a la libertad que es parte integral de la creatividad espiritual del individuo. Por el contrario, estaba abierto a la idea puramente asiática de hacer que la prensa, el discurso, la tribuna, hasta el propio pensamiento, fuesen monopolizados por un partido único con el rango de casta dominante”, libro “El verdadero Lenin”, páginas 38 y 68, ya comentado en este blog), como decíamos, este criminal y siniestro personaje, pensaba que la guerra mundial que se estaba gestando, tenía que transformarse en una guerra civil para, de esta forma, derribar a los gobiernos e implantar la dictadura marxista. Es decir, Lenin veía en la guerra un aliado. (Idem anterior página. 109). No le importaba que sus compatriotas estuviesen desangrándose, mientras él estaba cómodamente instalado en Viena, y posteriormente en Berna y Zurich, o descansando plácidamente en el balneario termal de Flums. (Idem anterior, pági.110).

Al año y medio de haber entrado Rusia en la Gran Guerra, es decir, en febrero de 1.917, tuvo lugar un acontecimiento en el que Lenin y su pandilla (así les llamaba Plejanov), no habían intervenido para nada y no habían desempeñado ningún papel: nos estamos refiriendo, obviamente, a la revolución rusa de aquel mes de febrero de 1.917.

Con el nuevo gobierno provisional que se instauró, quedó derrocada la monarquía zarista. El reto, o los retos, a los que se enfrentaba este nuevo gobierno, eran peliagudos: por un lado, la lucha contra Alemania, Turquía y Austria-Hungría; por otro convocar una Asamblea Constituyente con el objeto de instaurar una democracia de tipo parlamentario; y por otro, emprender un conjunto de reformas sociales. Esta revolución, formada por una coalición de liberales y socialdemócratas, era la única esperanza para la Rusia de 1917. Como ha quedado demostrado históricamente, no había salvación ninguna posible con las políticas que quería implantar Lenin.

Aunque algunos bolcheviques optaron por apoyar al nuevo gobierno en su política de continuación con la guerra, Lenin no aceptó tal apoyo, exponiendo razones totalmente opuestas y radicales.

De sus vacaciones de tres años en el exilio dorado en Chucheskoie (“El verdadero Lenin”, página 41), llegó Lenin a San Petersburgo en abril de ese mismo año, con un programa “in mente” que consistía, básicamente, en erosionar y desgastar al gobierno, organizando, para ello, una intensa campaña de agitación y de desprestigio del mismo. No le importaba lo más mínimo que tal programa podía acarrear gravísimas consecuencias para Rusia: lo único que perseguía era la implantación de la dictadura bolchevique.

En la próxima entrega veremos el conato de sublevación bolchevique, y otras cosas más. 

Continuará.



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