martes, 14 de septiembre de 2021

Misoginia, capuchas, burkas y turbantes


 Los “progres”, que en general odian todo lo que huele a religión, dicen que el islamismo y el cristianismo vienen a ser lo mismo porque son dos religiones monoteístas. Y se quedan tan tranquilos porque así lo dice el manual y el panel ideológico, además de no haber leído ni El Corán ni la Biblia. Esto pasa exactamente con el comunismo: son comunistas porque han aprendido cuatro tópicos típicos, pero jamás han leído ni a Marx, ni a Lenin, ni a Rosa Luxemburgo, ni a Antonio Gramsci, ni a Engels, etc.

La educación occidental, basada fundamentalmente en el cristianismo, tiene una premisa importantísima, cual es la tolerancia, basada en el amor al prójimo, sea cual sea su creencia, su condición, su nacionalidad, su ideología, etc, etc. Esto no existe en el Islam, que sólo admite como prójimo a los integrados en la “Umma”, es decir, el colectivo de creyentes en Alá y en Mahoma. El resto son “los infieles” merecedores de la muerte, a la par que inmerecedores del paraíso que, como todo el mundo sabe, es un lugar con ríos de vino y leche y hermosas huríes. De “huríos” no se habla en El Corán, demostrando con esto un machismo del que no dicen nada los “artiscejos zetapedos”, los de la “alianza de civilizaciones”, los de la “memoria histórica” y las feministas, “feministos” y “feministes” actuales. A estos “infieles” hay que someterlos valiéndose de todo tipo de armas: desde la guerra santa, hasta el proselitismo, basado casi siempre en la mentira y en la manipulación.

 Hay infinidad de cosas que diferencian a estas dos religiones, pero hay una propia del más exacerbado fanatismo: mientras que en el cristianismo se puede cambiar de religión, e incluso apostatar, esto está totalmente prohibido en el Islam y si alguien se le ocurriese tal idea, sería automáticamente condenado a muerte. Mahoma así lo dispuso.

 Desde la niñez, ya se inculca a las personas que el Islam es la única religión verdadera y válida, considerando a los demás credos como descarriados, teniendo que eliminar a sus seguidores. También se les inculca que son superiores, porque están guiados y conducidos por Alá y como Éste no puede cometer errores, cuando salen o se cometen errores, su origen o causa siempre será “externa”.

 En fin, el fanatismo de esta gente, al igual que el fanatismo marxista, no tiene remedio ni límites. Aunque vean que en otros países no islámicos la gente vive mucho mejor, las mujeres son libres y un largo etc, seguirán en sus trece.

 Pero lo más grave es que, aunque sigan en sus trece, se dan cuenta que la realidad de esos países choca frontalmente contra el lavado de cerebro que se hace a las personas desde bien pequeñas. Recordemos que a los niños antes de que sepan leer y escribir, ya se les recita machaconamente El Corán. Pues bien, ese choque lo que genera es un odio brutal contra el mundo no islámico, especialmente contra los judíos y los cristianos, porque ellos no pueden abandonar la religión. Así de sencillo.

 A pesar de todo esto, aún hay algún islámico valiente que se fuga a Occidente, harto de misoginia, capuchas, burkas y turbantes.



 

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