Los “progres”, que en general
odian todo lo que huele a religión, dicen que el islamismo y el cristianismo
vienen a ser lo mismo porque son dos religiones monoteístas. Y se quedan tan
tranquilos porque así lo dice el manual y el panel ideológico, además de no
haber leído ni El Corán ni la Biblia. Esto
pasa exactamente con el comunismo: son comunistas porque han aprendido cuatro
tópicos típicos, pero jamás han leído ni a Marx, ni a Lenin, ni a Rosa
Luxemburgo, ni a Antonio Gramsci, ni a Engels, etc.
La educación occidental,
basada fundamentalmente en el cristianismo, tiene una premisa importantísima,
cual es la tolerancia, basada en el amor al prójimo, sea cual sea su creencia,
su condición, su nacionalidad, su ideología, etc, etc. Esto no existe en el
Islam, que sólo admite como prójimo a los integrados en la “Umma”, es decir, el
colectivo de creyentes en Alá y en Mahoma. El resto son “los infieles”
merecedores de la muerte, a la par que inmerecedores del paraíso que, como todo
el mundo sabe, es un lugar con ríos de vino y leche y hermosas huríes. De
“huríos” no se habla en El Corán, demostrando con esto un machismo del que no
dicen nada los “artiscejos zetapedos”, los de la “alianza de civilizaciones”,
los de la “memoria histórica” y las feministas, “feministos” y “feministes”
actuales. A estos “infieles” hay que someterlos valiéndose de todo tipo de
armas: desde la guerra santa, hasta el proselitismo, basado casi siempre en la
mentira y en la manipulación.
Hay infinidad de cosas que
diferencian a estas dos religiones, pero hay una propia del más exacerbado
fanatismo: mientras que en el cristianismo se puede cambiar de religión, e
incluso apostatar, esto está totalmente prohibido en el Islam y si alguien se
le ocurriese tal idea, sería automáticamente condenado a muerte. Mahoma así lo
dispuso.
Desde la niñez, ya se inculca
a las personas que el Islam es la única religión verdadera y válida,
considerando a los demás credos como descarriados, teniendo que eliminar a sus
seguidores. También se les inculca que son superiores, porque están guiados y
conducidos por Alá y como Éste no puede cometer errores, cuando salen o se
cometen errores, su origen o causa siempre será “externa”.
En fin, el fanatismo de esta
gente, al igual que el fanatismo marxista, no tiene remedio ni límites. Aunque
vean que en otros países no islámicos la gente vive mucho mejor, las mujeres
son libres y un largo etc, seguirán en sus trece.
Pero lo más grave es que,
aunque sigan en sus trece, se dan cuenta que la realidad de esos países choca
frontalmente contra el lavado de cerebro que se hace a las personas desde bien
pequeñas. Recordemos que a los niños antes de que sepan leer y escribir, ya se
les recita machaconamente El Corán. Pues bien, ese choque lo que genera es un
odio brutal contra el mundo no islámico, especialmente contra los judíos y los
cristianos, porque ellos no pueden abandonar la religión. Así de sencillo.
A pesar de todo esto, aún hay
algún islámico valiente que se fuga a Occidente, harto de misoginia, capuchas,
burkas y turbantes.
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