viernes, 29 de noviembre de 2019

“Carta a Stalin” ( I )



Así se intitula el libro de Fernando Arrabal, Editorial La Esfera de los Libros S.K., 2003, 202 páginas.

Como deducirán, la obra es una biografía del criminal y asesino Stalin que, como dio Arrabal en cierta ocasión, "su pensamiento sigue candente, especialmente entre los movimientos fundamentalistas y terroristas que, como ETA, practican el tiro en la nuca".

En las páginas 9 a 11, se lee:
Señor Dzhugashvili:
siempre he perdido cuando he escrito a los poderosos o cuando cometí el error de dirigirme a los caudillos en el poder y con el de destruirme. Pero usted ya no tiene ninguno ,don Iósif Vissarionovich, usted, que fue secretario general de su partido, generalísimo de todos los ejércitos, gran poeta de una cultura excepcional, gran orador de un carisma sin igual, genialísimo líder, educador de la humanidad, guía supremo, mariscal de energía prodigiosa, el hombre al que más amamos y Padrecito de todos los pueblos.
Los fieles, ayer, a su causa y a sus métodos hoy le niegan y reniegan,
aunque temiendo que se abran las hemerotecas o que los gallos canten.
Ya nadie le compone los «poemas» que le dedicaron los literatos de la sumisión, sin olvidar a los Nobel de la reverencia o a los Cervantes del servilismo voluntario:
«Las estrellas del alba obedecen a tu voluntad.
Tu incomparable genio se alza hasta el cielo.
Tu penetración sondea la profundidad de los océanos.»

Pero ¿quién soy yo,(que tantas lecciones recibo de los más despiertos, pero ninguna doy ni aun soñando) para pedirle a usted cuentas o contar aquellos cuentos que ya son verdades señor Dzhugashvili, y que todos conocemos, y en especial conocen sus soldados topos, agentes y «poetas» de ayer, sobre sus fechas, hechos, o fechorías?

Usted, constructor del porvenir radiante, fue el religioso de lo fundamental, y el fundamentalista de la revolución.
Pero como se pareció a los creyentes que con fe, esperanza y una caridad tan cara para sus víctimas, abrasaron almas y cuerpos en tiempos de inquisiciones, fosos y fosas y quemaderos a quemarropa”.

Por nuestra cuenta añadiremos que, entre esos “literatos de la sumisión” que nos indica Arrabal, figura, entre otros, el “intransigente y cruel ciudadano” Rafael Alberti, que compuso la siguiente “oda” al fallecer Stalin:

“Redoble lento por la muerte de Stalin
 
Por encima del mar, sobre las cordilleras,
a través de los valles, los bosques y los ríos,
por sobre los oasis y arenales desérticos,
por sobre los callados horizontes sin límites
y las deshabitadas regiones de las nieves
va pasando la voz, nos va llegando
tristemente la voz que nos lo anuncia.
José Stalin ha muerto.
Padre y maestro y camarada:
quiero llorar, quiero cantar.
Que el agua clara me ilumine,
que tu alma clara me ilumine
en esta noche en que te vas”.

Continuará.



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