Vamos a dedicar, por aquello de “recuperar la memoria
histórica”, unos capítulos a Stalin, sanguinario personaje. Antes de continuar
con el libro de Fernando Arrabal, “Carta
a Stalin”, Editorial La Esfera de
los Libros, S.L., 2003, 202 páginas, del que ya hemos comentado algo en el
primer artículo, en éste hablaremos someramente del “Padre de todos los
pueblos”.
El anterior artículo lo terminábamos con un panegírico
de Rafael Alberti. Éste lo empezaremos con otro de Pablo Neruda. Dice así:
“Stalin
construía.
Nacieron
de sus manos cereales, tractores, enseñanzas, caminos . . .
Y
él allí, sencillo como tú y como yo. . .
Su
sencillez y su sabiduría,
su
estructura de bondadoso pan
y de acero inflexible
nos
ayuda a ser hombres cada día”.
La verdad es que no están mal ambos panegíricos para
un criminal genocida que internó a 18 millones de personas en campos de
concentración; que deportó a 6 millones y que asesinó a manos llenas. Entre
1921 y 1938 fusiló a 400.000 personas detenidos por la temible policía secreta.
Todo este bagaje no se esconde ni se oculta fácilmente debajo de la alfombra,
como decía entonces Alberti, y posteriormente Santiago Carrillo.
En la conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1.945, con la Alemania de Hitler
ya destruida, se fotografió junto a Churchill y Roosevelt. Después de terminar
dicha conferencia, Stalin se levantó e hizo un brindis:
“Por
nuestra común decisión de fusilar a los criminales de guerra alemanes apenas
sean capturados. Debemos hacerlo con todos, sin ninguna excepción. Serán
aproximadamente unos 50.000”.
Semejante disparate y exabrupto fue muy celebrado, con
excepción de Churchill. Roosevelt, por su parte, también soltó otra majadería
diciendo:
“Hace
falta llegar a un compromiso. Podemos renunciar a la cifra de 50.000 y quedarnos con 49.500”. Churchill
se levantó de la mesa y se marchó.
Otro aspecto terrorífico de este monstruo fue el
decreto de 7 de abril de 1935 por el que se podía aplicar la pena de muerte a
niños mayores de doce años.
Y para terminar este artículo, recomendamos leer “Koba el temible”, de Martin Amis,
Editorial Anagrama, 2004, 320 páginas, libro que comentaremos próximamente.
Continuará.
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