sábado, 25 de noviembre de 2017

“Hombres made in Moscú” ( I I )


Así se intitula el libro de Enrique Castro Delgado, Ediciones Luis de Caralt, 1963, 659 páginas incluido el Índice.


Como decíamos en la anterior entrega, Castro Delgado fue un componente muy activo del PCE, siendo el primer comandante del V Regimiento. También fue director general de la Reforma Agraria. Cuando terminó la Guerra Civil española, se marchó a la URSS, regresando a España, permaneciendo aquí hasta su muerte en 1964. Su regreso estuvo motivado por el desencanto de lo que vio en la Unión Soviética, al igual que otros muchos que tuvieron los dídimos suficientes de decirlo. Este es otro libro que no se ve por las librerías y que los “historieteros” ignoran  a sabiendas. 

En las páginas 650 a 652, y dentro de capítulo XXIII, intitulado “Gracias, muchas gracias, coronel”, se lee:

“A las dos horas Castro y Delage salen para Elda. Tuvieron que hacer un gran rodeo antes de llegar a donde estaba el Partido y el gobierno, ya que todos los controles estaban en manos de las fuerzas o partidarios del coronel Casado. Fue un avanzar con las pistolas amartilladas, esperando  a cada momento que alguien los reconociera, que alguien disparara sobre ellos... Llegaron al anochecer: Dolores Ibarruri jugaba a las cartas con Modesto y Líster. Delicado paseaba ceremoniosamente por la sala. «¡Vengo de Valencia, camaradas».Y la partida de tute prosigue. Castro abandona la sala. En la escalera se encuentra con Stepanov, búlgaro, viejo agente del Komintern y segundo de Togliatti. 
—Hola, Castro.
 —Hola, Stepanov.
 — ¿De dónde vienes?
 —De Valencia. —
Y… 
—Tuvimos una reunión. Los camaradas acordaron que viniera a comunicaros que están en condiciones de marchar sobre Madrid y aplastar a Casado y a la junta. 
—Y…  
—Los camaradas siguen jugando al tute.
 —Vete a descansar, Castro... Yo informaré a la directiva del Partido inmediatamente... Y hablaremos con los camaradas de Valencia...¡Descansa, Castro, descansa!... 
Y Castro se fue a descansar.
Era el lugar de descanso una maravillosa residencia campestre. Allí estaban como hoteleros el poeta Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León. Y como domésticas varias jovencitas preciosas y ligeras de ropa, amables y serviciales Y buenos dormitorios. Y buena comida a base de conservas. Y un paisaje tranquilo y encantador. Allí se encontró con todos: con Modesto y Líster, con Tagüeña y Molero, con Climent e Hidalgo de Cisneros, con Delicado e Irene Falcón, la azafata de la reina roja «Pasionaria». Modesto estaba impaciente, había sido ascendido a general y temía no tener tiempo de hacerse el uniforme y de estrenarle; Líster maldecía para sus adentros porque seguía siendo coronel; Delage comenzó el asedio de la mujer de Molero; Alberti paseaba melancólico entre los árboles.
López Iglesias sonreía. Y Castro contemplaba todo aquello un poco extrañado... Se fue a dormir a la misma habitación en que se había instalado López Iglesias. A la mañana siguiente alguien le dijo que fuera a la «Posición Yuste». Y fue. Allí estaba Negrín metido en grueso albornoz, a la cabecera de una mesa cubierta de latas de conservas abiertas. Comiendo y mirando. Mirando y enseñando su anatomía.  Y contemplándole con un gesto impecable de mayordomo profesional el general Antonio Cordón, subsecretario de la Defensa. Y Negrín comiendo y mirando. 
Y  los demás mirando y sin comer. 
— ¿Qué hay por Valencia, Castro? 
Y Castro contó la reunión habida en la casa de Hernández. Y casi nadie le prestó atención.
 Negrín era la atención.
Y Negrín come que come. Y el general Cordón acercándole las pequeñas latas que el jefe del S. I. M. (Servicio de Información Militar), la N. K. V. D... republicana ha traído de Francia.
Y se fue a dormir. Le despertaron poco tiempo después. Era Modesto. El Buró Político había acordado que se hiciera cargo de los puertos. Castro rompió a reír. Después se levantó y fue a ver a Checa. Una conversación breve. Y Checa por una vez en mucho tiempo desbordó su sonrisa característica. Y después le nombraron jefe de los guerrilleros que defendían la «Posición Yuste» y el aeródromo. Luego la visita a Negrín que abandonaba el territorio republicano. Les estrechó la mano a todos. Después lo hizo Álvarez del Vayo que seguía en su papel de Ministro de Estado: ceremonioso e importante. Y Negrín y Del Vayo se fueron.
Momentos después «Pasionaria», la reina roja, huía en un «Dragón» hacia África acompañada del matrimonio Alberti y de Irene Falcón. Luego Delicado que le llama, que le invita a subir a un automóvil y que le lleva al aeródromo.
 —Tú eres el responsable de su defensa... Tú debes asegurar la salida de la dirección del Partido.
__ De acuerdo
Y desde lejos presenció cómo Delicado repartía dinero entre Modesto y Líster, entre Delage y otros más: libras esterlinas, francos ,dólares... El futuro estaba asegurado”.

En la próxima entrega veremos algo sobre lo que se dice en el capítulo III intitulado “El cultivo del odio”.


Continuará.





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