¿No hay que “recuperar la memoria histórica”
“zapateril” y la “democrática” de Su Sanchidad? Pues vayamos a ello.
Como
recordarán, D. Salvador de Madariaga y Rojo (1886-1978) fue un verdadero
republicano. Además de ser un gran diplomático e historiador, fue ministro de
Instrucción Pública y Bellas Artes durante la II República.
Una
de sus principales obras es “España,
ensayo de Historia contemporánea”, Editorial Sudamericana (Buenos Aires),
730 páginas que, como otros libros que ya hemos comentado están borrados de la
verdadera historia por los “historieteros” paniaguados. En la página 434 y
siguientes, D. Salvador condena el octubre rojo. Se lee:
“Los mineros y
demás obreros asturianos trataron de organizar una especie de comunismo más o menos libertario. Hubo muchas pérdidas
materiales y personales por ambas partes, pues los desórdenes degeneraron en
guerra civil. Las tropas gubernamentales, al mando del General López Ochoa, de
añejo abolengo republicano, tuvieron que abrirse paso por la fuerza desde
Avilés para socorrer a la guarnición de Oviedo, estrechamente sitiada por los
indomables mineros. La hermosa ciudad quedó casi destruida por la ferocidad de
los combates que en su seno se libraron. Los mineros habían hecho de la
Universidad su almacén de dinamita, y cuando se vieron perdidos pusieron mecha
al monstruoso polvorín, que destruyó el noble edificio con no pocos de los
circundantes”.
En
otro párrafo se lee:
“El alzamiento de
1934 fue imperdonable. La decisión presidencial de llamar al Poder a la CEDA
era inatacable, inevitable y hasta debida desde hacía ya tiempo. El argumento
de que el señor Gil Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el
fascismo era a la vez hipócrita y falso. Hipócrita porque todo el mundo sabía
que los socialistas del señor Largo
Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra las
Constitución de 1931, sin consideración alguna para lo que se proponía o no el
señor Gil Robles; y, por otra, a la vista está que el señor Companys y la Generalitat entera violaron también la Constitución ¿Con qué fe
vamos a aceptar como heroicos defensores
de la República de 1931 contra sus enemigos, más o menos ilusorios de la
derecha, a aquellos mismos que para defenderla la destruían? Pero el argumento
era además falso, porque si el señor Gil Robles hubiera tenido la intención de
destruir la Constitución de 1931 por la violencia, ¿qué ocasión mejor que la
que le proporcionaron sus adversarios alzándose contra la misma Constitución en
octubre de 1934, precisamente cuando él, desde el Poder, pudo como reacción
haberse declarado en dictadura? El señor Gil Robles, lejos de haber demostrado
en los hechos apego al fascismo y despego al parlamentarismo, salió de esta
crisis convicto y confeso parlamentario a punto tal de que cesó de ser, si
jamás lo había sido, persona grata para los fascistas.
Con la rebelión de
1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para
condenar la rebelión de 1936”.
Nota.-
Lo destacado en rojo es nuestro. En imagen nichos destrozados en el Cementerio
Viejo de Oviedo.
¡Menudo “vínculo
luminoso”!
Continuará.
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