¿No hay que “recuperar la memoria histórica”
“zapateril” y la “democrática” de Su Sanchidad? Pues vayamos a ello.
Como
ya sabrán, cuando se produjo el Alzamiento Nacional en julio de 1936, determinadas personas salieron a la calle
puño en alto, con banderas rojas con hoces y martillos, exigiendo al Gobierno
la entrega de armas para “defender la República”. Obviamente, lo que se
intentaba era otra cosa, cosa que quedaba reflejada por esas personas que,
amenazadoramente, entonaban el estribillo añadido al himno republicano:
“Si los curas y monjas supieran
la paliza que se van a llevar,
subirían al coro cantando:
¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
(Otras
versiones dicen “frailes” en vez de “monjas”)-
Casares
Quiroga, a la sazón Presidente del Gobierno, no sabe qué hacer, ya que por una
parte se da cuenta que es una temeridad la entrega de armas, pero por otra es
un títere del PSOE que en su día le aupó a la presidencia. Al mismo tiempo,
tampoco ponía resistencia a la violencia política que se registraba por toda
España.
Asimismo,
Manuel Azaña, que era el Presidente de la República, tampoco quiere que se arme
al pueblo. En esta situación, Casares Quiroga presenta su dimisión el mismísimo
día 18 de julio, viéndose obligado el señor Azaña a nombrar nuevo Presidente de
Gobierno, cosa que hizo a las pocas horas en la persona de Diego Martínez
Barrio, anticlerical y masón, que también se opuso a la entrega de armas a la
gente porque, entre otras cosas, sabía que tal entrega sin control a personas
sin organizaciones de mando, así como sin instrucción miliar, traería unas
consecuencias terribles y acabaría degenerando en un estado sin ley, violento y
revolucionario que terminaría por cargarse la propia República.
Los
generales sublevados, como ya saben, fueron Franco, Comandante Militar de
Canarias; Cabanellas, Capitán General de Zaragoza; Goded, Comandante Militar de
Baleares y Queipo de Llano, director de Carabineros. Los otros 17 generales con
mando militar, permanecieron fieles a la República, así como las Regiones
Militares restantes, (siete en total),
como también los directores generales de Aviación, Guardia Civil e
Inspectores del Ejército.
Ante
esta abrumadora lealtad a la República, Martínez Barrio propone serenidad, ya
que sostiene que el levantamiento podrá dominarse en poco tiempo.
Pero
tal serenidad fue imposible, ya que comunistas y socialistas sólo aceptan
disolver el Ejército, a la vez que armar al pueblo para formar milicias
populares.
Ambos
partidos, PSOE y PC, lanzan las masas a las calles como turbinas pidiendo
armas, y acusando a Martínez Barrio de traidor quien, ante tal situación,
presenta la dimisión como Presiente de Gobierno en la noche del día 18 al 19,
sin apenas estar en la Presidencia 24 horas, teniendo que huir ante las
amenazas de los revolucionarios.
¡Menudo “vínculo luminoso”, Sanchidad!
Continuará.
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